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Esta es una columna de rutina

Por 21 julio, 2023septiembre 6th, 2023Tendencias

Tejuino Nájera

 

Tripulación: Desde control de tierra, iniciamos protocolo de despegue; motores 1, 2 y 3, preparados para ignición, control de ajuste espacial, mejor que nunca. Sistemas de propulsión interestelar, preparados; tripulación, pueden proceder al despegue de la nave, y ahora, descansad, volvéis a casa.

Izal, Bill Murray en directo, WiZink Center, abril, 2019.

El valor de saber despedirse a tiempo es tan importante como el de saber regresar si el momento así lo requiere.

Siempre he pensado en las despedidas y en el cambio de rutina, como aquel monstruo amorfo que te acecha siempre por la madrugada, al final del día, dentro de tu closet o debajo de la cama.

Cuanta razón tenía Emile Cioran cuando nos soltó aquel: ¿Y de dónde te viene tanta felicidad cuando llevas una carga tan pesada sobre ti? Espectros venidos del futuro están atravesando el tiempo. Temeroso de tus propios temores, tú vas a la tuya entre los demás. Buscas diversión, vino y baile y el mundo donde se va a tientas. (Cioran, 1998)

Es por ello que escribo el día de hoy, ya que después de lo que la mayoría de trabajadores de cuello blanco apodarían como un merecido descanso, regresamos a la poco merecida rutina, al poco merecido salario, a la poca merecida computadora, en la oficina a realizar nuestro todavía menos merecido trabajo.

A título personal siempre espero las vacaciones o el glorioso fin de semana, para que cuando estos lleguen me parta un tsunami de aburrimiento incesante para luego desear ya volver a trabajar y poder ocuparme en algo, sin embargo, antes de que esto suceda, empiezo a disfrutar mi tiempo libre a 3 días de dejar de tenerlo, y así, el ciclo sempiterno de no disfrutar el presente por temor del futuro y cuando el futuro llega, pues bueno, siempre habrá un mañana del cual preocuparse.

Estirpe de Sísifo fue el nombre que un amigo de la oficina me compartió en nuestras ya rutinarias, disidentes y quejumbrosas tertulias de pasillo; explicando, cómo entonces, habemos seres humanos que continuamos con el castigo impuesto por los dioses ante este hombre, de repetir todos los días la misma hazaña, para que al final de nuestra jornada, el día siguiente siga siendo igual, el que sigue igual, y, el que sigue de este, también, y así por la eternidad, que al parecer, hoy en día, llega mucho antes que la jubilación.

Una señora a la cual considero inmensamente sabia una vez me dijo el orden es paz, querido Tejuino, si bien, estoy de acuerdo con ella, no puedo evitar pensar que si el orden es paz, el caos tendría que ser libertad. No hay albedrío en las filas bien organizadas, en las entregas perfectas o en las metas de equipo. No hay tranquilidad en el futuro, cuando sabes que las responsabilidades nunca paran, que para poder pagar aquellas vacaciones donde te irás a desconectar y relajar 4 días, tuviste que venderle tu alma 9 meses en cómodas mensualidades a aquel gigante departamental con nombre de una ciudad inglesa.

Me es imposible pensar bajo el concepto de un uniforme que esto es felicidad, pero al mismo tiempo discutir, si el no hacer nada es tan glorioso, el por qué lo repudiamos con mirada juzgona, cada que se nos presenta de frente en la cara de un desconocido.

¿Cuántas veces no lo hemos visto?, ¿No nos suena familiar?, ¿No nos resulta conocido?, aquel deportista que, al poder despedirse en la gloria, siguió empujando hasta convertirse en lo que coloquialmente se conoce como un costal de papas, cuántos de nuestros padres, de nuestros abuelos, se adjudican el valor como seres humanos dependiendo de cuánto puedan hacer, cuánto puedan trabajar, cuánto puedan proveer.

Vivimos tan subversivos en una sociedad actual en la que la productividad se utiliza a manera de control, en donde por más que nuestro surfero interior quiera irse de vacaciones, nos las condicionamos a tener que ganarnos el tiempo de ocio, de disfrute, de calidad.

Muchas veces resulta hasta ridículo el pensar, que cuando llega aquel bendito tiempo libre, no sabemos qué hacer con él, porque no hay ningún itinerario, ningún jefe, ningún checador.

Es por ello que me gustaría terminar como usualmente lo hago, por el inicio, el valor de saber despedirse es tan importante como el de saber regresar. Para qué diablos sirve el tiempo libre, si solo lo disfrutamos cuando lo podemos condicionar.

Y al final es la maldición de la que hablaba al principio, la de la estirpe de Sísifo, condenados a condicionarnos la proactividad, para llegar al descanso, para que cuando este termine, regresar al trabajo para luego podernos irnos a descansar.

Si alguno de ustedes sabe si existe algo más… Estaría buenísimo que, de cierta manera, nos lo compartieran a todos los demás.

 

Referencia: Cioran, E. (1998). Brevario de los vencidos. España: Tusquets.

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