Mtro. Jorge Luis Padilla Zamora · Jefe de Mercadotecnia y Comunicación Institucional, UNIVA La Piedad
Los gobiernos han buscado siempre usar la educación como herramienta para el desarrollo, implementando políticas orientadas a mejorar la calidad educativa. En Latinoamérica, aunque valoramos la idea de «trabajar más y mejor», muchas veces carecemos de una visión estratégica clara. A diferencia de las grandes potencias, avanzamos sin un plan de desarrollo preciso que guíe nuestras metas ni las herramientas necesarias para alcanzarlas.
Aplicado a la educación, entendemos que “estudiar” nos ofrece mayores oportunidades. Sin embargo, rara vez evaluamos qué áreas son clave para el desarrollo de nuestra población estudiantil. El Estado persigue el progreso económico y social, y la educación es una de sus principales banderas. Si bien la educación impulsa el avance de diversos sectores, este progreso no puede ser aislado; requiere también de un entorno ético y cultural adecuado que permita aplicar los conocimientos adquiridos.
La educación no basta por sí sola para lograr un cambio real. Todos esperamos que sea una puerta al desarrollo, pero sin un entorno propicio para aplicar los conocimientos, el avance se ve limitado. Los proyectos educativos suelen fracasar en su factibilidad cuando las políticas públicas no desarrollan simultáneamente las condiciones que la educación requiere para ser efectiva.
Lo ideal sería un equilibrio donde la educación de calidad se integre con otras áreas que permitan su aplicabilidad. El desarrollo debe ser un proceso planificado que avance de manera natural, evitando la repetición de fórmulas pasadas que solo cambian superficialmente sin lograr transformaciones profundas. El cambio genuino requiere innovación y un sentido claro de dirección para tomar decisiones efectivas en cada sector.
La falta de visión a largo plazo en los sistemas políticos también es un problema. Los gobiernos suelen priorizar proyectos de corto alcance que no perduran. Los líderes no gestionan bien el tiempo ni sus prioridades, lo que deriva en iniciativas fugaces sin impacto duradero.
Si bien es difícil satisfacer todas las demandas, con las personas adecuadas en posiciones clave, tanto en el sector público como en el educativo, podríamos tomar decisiones que beneficien a la sociedad en su conjunto. La cooperación entre el gobierno y la educación debe ser un esfuerzo conjunto, en el cual ambos sectores trabajen hacia metas comunes y tangibles.
Cada proceso, tanto educativo como político, debe estar sujeto a evaluación y al debate público para asegurar que las personas a cargo sean las idóneas, y para que las decisiones reflejen la voluntad colectiva y no intereses aislados. La verdadera autonomía de cada sector, actuando en conjunto y no en conflicto, es esencial.
Finalmente, sería ideal establecer una regulación que unifique a todos los sectores bajo una misma meta alcanzable, realista y temporalmente definida, donde la política y la educación actúen como pilares de este propósito común para el bien de la comunidad.
BIBLIOGRAFÍA
-Delors Jacques, (1996). La Educación Encierra un Tesoro, España, Santillana.
-European Central Bank. (2024, 8 marzo). El Comité Delors (1988-89). https://www.ecb.europa.eu/ecb/history-arts-culture/archives/delors/html/index.es.html