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Despedirse de la ilusión

Por 19 octubre, 2021Líderes de Opinión

Mtra. Jazmín Velasco Casas • Docente UNIVA Plantel Guadalajara

 

«En la huida de la propia historia se busca refugio en el todo»

Rüdiger Safranski

En ¿Cuánta globalización podemos soportar?, de 2002, Rüdiger Safranski reflexiona que el globalismo, como ideología, se engaña considerablemente con sus soluciones universales; entendiendo así que este proceso socioeconómico es un síntoma de sobrecarga y que ningún hombre puede soportarlo.

Safranski interpreta que la dinámica del mundo actual ha pasado a manos de la economía, los medios de comunicación, la técnica y la política y, no es raro notar un sentimiento generalizado de impotencia y encogimiento en las dimensiones del globalismo, lo que nos sitúa cada vez ante múltiples realidades, pero dificulta mantener la propia soberanía.

Ideologías como el neoliberalismo, anarquismo, antisemitismo, o algunos credos ecológicos, de decadencia o de salvación -sólo por mencionar algunos-, comienzan a cobrar mayor fuerza o incluso a resurgir. ¿A qué obedecen estos grupos? Safranski considera que la vida moderna posee un sentimiento de extravío que se ha vuelto normal, infiriendo que la globalización ha provocado, -consecuencia de esta desorientación- prisioneros inconscientes de histerias debido a la exposición al conocimiento, lo que conlleva una pesada carga moral; por ejemplo, ¿qué haces tú contra el terrorismo de medio oriente, contra la crisis de agua en Sudáfrica, contra el conflicto israelí-palestino?

Lo congruente con estas mecánicas sería pensar de manera global y actuar de forma local, colaborando así en escenarios éticos del futuro; no obstante, lo que regularmente sucede es lo opuesto, se persiguen los intereses propios de tipo local, apostando por un alcance global.

¿Cuáles son las propuestas del filósofo ante este extravío? Cultivar formas de conducta y pensamiento que no concuerden con la histeria globalista, esto es: menos rapidez, fomento del sentido de lo local, capacidad para desconectarse, para no estar siempre accesible, descubrir la propia historia; informar, pero dejarse formar a la vez, rodearse de la civilización, pero mantenerse a distancia. Tener experiencias estéticas, descubrir que el centro dinámico está en el interior y no en el exterior; utilizar espacios de juego, tener conciencia de sí mismo, de los otros y de las fronteras entre los hombres y las cosas.

En suma, ¿Cuánta globalización podemos soportar? nos exhorta a despedirnos de la ilusión de la globalización como un metarrelato –tal vez el último- que anunciaba la idea de progreso para la humanidad; y que, como buenos hijos de la época posmoderna, el discurso legitimador debe seguir siendo uno o varios microrrelatos que mantengan la vitalidad para urdir ideas claras, de sentido y verosímiles de nuestro mundo, recuperando así la soberanía en este individualismo, pero con la mirada puesta en vivir lo global en lo particular.

 

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