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Del realismo al realitysmo político

Mtro. Jorge Iván García Morando

 

Del realismo

Previo a las elecciones es importante hacer un alto para reflexionar sobre lo que vemos y oímos en los diferentes medios de comunicación, por lo que parece, hemos pasado del realismo al realitysmo. Hemos perdido el verdadero sentido de lo que es la realidad, su estructura, su ser, sus valores y los hemos cambiado por lo que últimamente se ha querido llamar “la nueva realidad”, como si esto fuera posible. A partir de la obra escrita por Jean-François Lyotard La condición postmoderna, nos encontramos ante este dilema de lo real y lo reality. Esta obra escrita en 1979 que habla del fin de las ideologías o de los “grandes relatos” como el Iluminismo, Idealismo y Marxismo; lo que Lyotard quería hacer notar era el desgaste en el que se encontraban dichos relatos, es decir, ya no se creían en ellos y, sobre todo, ya no conmocionaban a las conciencias. Se asistía, entonces, a un desencanto por la idea de progreso, esta idea que se arropa por un futuro infinito e indeterminado, se venía como consecuencia un repliegue y con ella un sentimiento nuevo para las sociedades postindustriales: la metamorfosis y la melancolía. De ahí que la postmodernidad haya desconfiado del progreso, dado que éste conlleva una desconfianza en la verdad, es por ello que el progreso importaba la adopción de la idea nietzscheana bajo la sentencia “no hay hechos sólo interpretaciones”, de tal manera que se adopta la idea –peligrosa- de que la verdad podría ser un mal y la ilusión, un bien.

Al realitysmo político

Maurizio Ferraris en su libro Manifiesto del nuevo realismo, menciona que efectivamente esta sentencia nietzscheana se ha cumplido en los últimos años, con la deconstrucción del mundo verdadero, es decir, “el mundo verdadero ciertamente ha llegado a ser una fábula, es más ha llegado a ser un reality, pero el resultado ha sido la manipulación mediática, un sistema en el cual (con tal de que se tenga el poder para ello) se puede pretender hacer creer cualquier cosa”. En pocas palabras, lo que el postmodernismo buscaba lo ha logrado el instrumentalismo que va desde las élites a las masas, desde la palabra a la pantalla, desde los productores a la industria, desde los formatos televisivos a la pantalla-global y desde la realidad al realitysmo. Es precisamente en este realitysmo donde nos asalta la pregunta, ¿en qué tenemos que basar nuestras decisiones para elegir al próximo político? O bien, ¿qué elementos de valor encontramos en este realitysmo que nos presenta la televisión –en sus diversos formatos- y la pantalla –global- en sus múltiples géneros o categorías? Sin embargo, lo primero que atestiguamos ante estas preguntas es, que no sólo hablamos de una cultura, sino de una cultura-mundo; segundo, que el homo sapiens se ha convertido en homo pantalicus; tercero, que la vida privada se ha hecho pública; cuarto, que la política y la democracia se han convertido en videopolítica y videodemocracia y, quinto, dice el papa Francisco en Fratelli tutti: “La política ya no es así una discusión sana sobre proyectos a largo plazo para el desarrollo de todos y el bien común, sino sólo recetas inmediatistas de marketing que encuentran en la destrucción del otro el recurso más eficaz”.

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