José Ángel Rodríguez Romero • Alumni Ciencias y Técnicas de la Comunicación
Haciendo alusión a la tercera ley de Newton, mejor conocida como principio de acción y reacción, decidí realizar el siguiente planteamiento que comprende el peso del mazo del juicio social y la toma de decisiones a la que nos enfrentamos durante nuestra estadía en esta corta vida.
Dependiendo del contexto o etapa de la vida en que nos encontremos, las decisiones, según nuestro entorno social, adquieren un peso subjetivo que se vuelve inversamente proporcional al peso del mazo del juicio que nos procesará, es decir, antes de nacer fuimos parte de la decisión de alguien más, sin entrar en detalles de planeación y considerando solo el hecho, sea como sea, llegamos a este mundo.
Durante los primeros 2 años de vida somos receptores y prácticamente nos dedicamos a recolectar información en todos los sentidos posibles, sean de nuestro agrado o no, queramos o no. A partir de los 3 años hasta los 6 años somos capaces de asimilar información y decidir ante dos escenarios simples, ¿Quieres ver Mascotas o Frozen? ¿Quieres chocolate o paleta?, ¿Azul o Verde? entre miles de opciones, pero siempre condicionadas en pares. Al cumplir 7 años y hasta los 11, nuestro razonamiento lógico (con ciertas limitantes) se hace presente, y entonces comenzamos a percibir la vida de una manera distinta, nuestras decisiones tienen un peso, un impacto de ida y vuelta, que para entonces, el mazo del juicio, que se ha vuelto cada vez más pesado, nos asecha. -¿Hijo que quieres de comer?, ¿a dónde quieres ir?, ¿por qué hiciste eso? – dice nuestra Madre. –
¿Por qué te gusta el color azul? ¿Por qué no te gustan estas galletas?, ¿Por qué no tienes un Iphone? ¿Qué te regalaron en tu cumpleaños? -Dicen nuestros compañeros de clase- y así podríamos continuar con una larga lista, en donde cada decisión y cada respuesta se irá por dos o hasta tres vertientes, si bien nos va, los demás estarán de acuerdo con nuestra respuesta, un acuerdo efímero, sin precedente, nadie abrió el buzón de sugerencias, pero ellos lo creen implícito en tu respuesta. Como segunda opción podríamos recibir una objeción con su debida justificación de algo que es mejor o peor a lo que decidimos, y la tercera respuesta lamentablemente podría definirnos como personas, es decir según la repuesta recibiremos una etiqueta impuesta por los demás. Imagínense que pasa después de los 11 años, la presión social está presente a cada momento.
Según Jean Piaget en su Teoría del aprendizaje, los niños tienen la capacidad de utilizar una lógica que les permite llegar a conclusiones abstractas que no están ligadas a casos concretos que se han experimentado de primera mano. Es a partir de los 11 años en adelante que nuestras decisiones son totalmente conscientes, por decirlo de alguna manera, y estas comienzan a definir el rumbo de nuestras vidas.
Considero que no es necesario que nuestro entorno social genere eco de nuestros pensamientos y elecciones de vida. Bastante complicado es asimilar los cambios hormonales-emocionales que surgen de forma natural por el simple hecho de ser, humanos; aunado a las decisiones circunstanciales según nuestro contexto de vida, para además, filtrar juicios y cumplir expectativas de nuestro entorno social.
Decisiones y punto, eso es lo que son: no tienen peso, no tienen dirección, muchas son tomadas con el corazón, otras son tomadas por la ocasión, pero ninguna de ellas te invita a recordarme lo desacertado que a veces soy.
Lo que puedas hacer o sueñes poder hacer, comiénzalo.
La audacia lleva genio, poder y magia en sí misma.
¡Comiénzalo; ahora!
Goethe