Esteban Genaro Santiago Raymundo · Estudiante de la Licenciatura en Filosofía, UNIVA Online.
En el tomo II de su obra más representativa, Verdad y Método, Hans George Gadamer dedica un capítulo al estudio del diálogo en cuanto que atributo natural del ser humano que, sin embargo, dado el contexto actual de las formas de comunicación, atraviesa una fuerte crisis. Es precisamente ese capítulo de la obra el que ha inspirado la presente reflexión.
Primeramente, es necesario comprender que el diálogo es ulterior al hallazgo de un lenguaje común. Se trata, pues, de una experiencia más allá del lenguaje, es un auténtico encuentro en donde la propia percepción del mundo se confronta con la percepción del mundo del otro y cada cual deja de ser para sí mismo, puesto que se encuentra a sí mismo en el otro. Es una experiencia transformadora en tanto que la apertura de los sujetos permite superar la monologicidad e individualidad del sujeto y, por el contrario, permite la conversación que enriquece ambos mundos y se consolida un camino hacia la verdad.
La tecnificación y tecnologización de las formas de comunicación ha permitido que un “click” o el oprimir una opción en la pantalla del móvil nos permita tener por interlocutor a un sujeto que puede estar a miles de kilómetros de nosotros. Sin embargo, habría que poner en cuestión la autenticidad del diálogo que se efectúa en esta forma de comunicación. Nos encontramos ante una proximidad que no es garantía del encuentro propio del diálogo, una “cercanía” vacía de la experiencia del encuentro y, por ende, de una comunicación vana en cuanto que carece de la comunión entre sujetos.
El panorama puede resultar preocupante teniendo en cuenta que la tecnología, tanto más se perfecciona, ha reemplazado el factor humano en muchos ámbitos; no es de sorprender que la carta, el periódico y otras formas de comunicación han quedado obsoletas. Sin embargo, el diálogo nunca podrá ser reemplazado dado que es una de las formas en las que el hombre se humaniza en tanto que supera su individualidad y se distiende hacia el otro, es en el diálogo donde el sujeto comparte lo que le es común con sus semejantes, a saber, la razón, el lenguaje y el entendimiento, donde el sujeto dice y deja decir su mundo.
Hace falta algo más que preocuparse: ocuparnos en sobreponernos a las circunstancias que pueden atrofiar el diálogo y dejarnos envolver por el dinamismo que le es propio. Se trata de vivir la experiencia real de encuentro con el otro dentro de una espacio-temporalidad, escuchándole más allá de los propios intereses, impulsos y conceptos, aperturando la percepción propia del mundo para entender y contrastar con la percepción del otro, encontrando ahí algo que no es propio a lo experimentado; transformado y dejándose transformar, haciendo comunidad y caminando con el otro, por el diálogo, hacia la verdad.