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Amor al arte

Por 19 octubre, 2021Líderes de Opinión

Mtro. Miguel Camarena Agudo, Proyectos Sociales y Religiosos • Docente UNIVA Plantel Guadalajara

 

Bajo una presión

que quema un edificio hasta los cimientos

divide a una familia en dos

pone a la gente en la calle

es el terror de saber de qué va este mundo

viendo a buenos amigos gritar “déjame salir”

reza mañana… eso me hace crecer

presión en la gente

gente en las calles

Under pressure, Freddy Mercury/ David Bowie

¿Cuántas personas han tenido la posibilidad de conjugar libertad de elección y pasión por aquello que hacen? Ken Robinson en una entrevista hecha por Eduard Punset dio el porcentaje de que tan solo un 20% de la población mundial tiene esta posibilidad. Cierto o falso, eso traduce en miles de millones de seres humanos que van a morir sin haber dedicado su tiempo a estar en su elemento, a realizar su pasión. La familia y la educación formal deberían contribuir con fortalecer ese enfoque de la vida pero pareciera se contraponen (en la mayoría de los casos) a la voluntad de los individuos. En su canción Yo quiero ser bombero de Alberto Cortez se representa de una manera precisa la supeditación del deseo personal a las pretensiones y aspiraciones de la familia, aspectos susceptibles de traducirse en una presión social in situ. Y así el quiero ha ido perdiendo la guerra contra el debo, el camello de Nietzsche se lleva de calle al león y no se diga del niño. Las hermanas mellizas la libertad y la felicidad (curiosamente mujeres) fueron separadas al nacer y aún no se han reencontrado. Incluso hay alerta amber, pues ya hace mucho que ni siquiera se les ha visto vagando por ahí solas.

Las estructuras creadas para seguir reproduciendo los ideales de vida, generan cada día un número mayor de presos, de pacientes psiquiátricos, exiliados económico, político y social. La frustración y la desesperación le siguen abonando a la producción de balas y de antidepresivos, mientras el amor, la felicidad van a la baja. ¿La causa de este caos será la imposibilidad de ser quienes queremos ser, lejos del concepto tan bien publicitado de éxito? ¿No estará ahí la razón de una gran parcela del malestar espiritual? Por su parte las grandes empresas (no sé si se habrán dado cuenta) siguen en su ímpetu comercial, ahora ni siquiera nos sugieren las cosas. Todo es compra, viaja, vístete, prueba, come, sueña, etc., todo se ha vuelto un imperativo publicitario, presionándonos. Lejos de promover la libertad, la felicidad, el amor, la solidaridad, la congruencia, se está yendo en sentido contrario. Sus valores son los del mercado no, los de lo humano.

Ante todo esto Lipovetsky propone buscar mediante la creación, el arte, (en cuanto la cultura tiene esto de raíz, de identidad) soluciones. Bertrand Russell en su libro de los Caminos de la libertad distinguió entre tres clases de seres humanos, los que nos son conscientes de las condiciones de vida de ellos y muchos menos de los demás, los que son conscientes de las condiciones de vida de ellos y de los demás pero no hacen nada, y los últimos son quienes no solo conocen las condiciones en ambos sentidos sino actúan por modificarlas. No niego la dificultad para llevar a buen puerto la empresa donde la voluntad se empalma con la libertad creando congruencia y liberándose de poses, simulaciones, discursos vacíos, al final de este viaje es mejor intentar cualquier cosa antes de sucumbir al tormento del vivir y morir con el hubiera. O acaso no nos la pasamos, admirando, escuchando, nombrando, a esos maravillosos locos que fueron Salvador Dalí, Julio Cortázar, Violeta Parra, Jimmy Hendrix, John Fante, Frida Khalo, Joaquín Sabina, George Brassens, Charles Bukowski, Freddy Mercury, Chavela Vargas, entre muchos otros. Imaginen que sería del mundo sin ellos, qué hubiera sido de nosotros si hubieran seguido los dictámenes de la rutina, la monotonía y la cobardía. En primer lugar, nos habríamos muerto del aburrimiento, en segundo, no se habría labrado nuestra rica herencia espiritual.

Desde luego con esto no quiero despotricar en contra de las otras nobles labores y trabajos de muchas personas, héroes anónimos de la sociedad, encargados de sostener cierto orden a pesar de los pesares. Con todo lo anterior me refiero al hecho de no poder tener la posibilidad de hacer uso de nuestro tiempo conforme a la voluntad para la construcción de nosotros mismos en congruencia con nuestras pasiones. Faulkner ya lo dijo, se puede trabajar ocho horas diarias pero ninguna otra actividad es susceptible de ello, incluso ni las más placenteras se pueden realizar durante ocho horas. Sinceramente ¿Cuántos podrán decir ser felices con lo que hacen? ¿Sentirse libres dónde están? vivir en su elemento. El milenario Confucio acuñó para este caso un afortunado adagio Elije un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar ni un día de tu vida. Es decir, vivir de puro amor al arte.

 

No puede comprender la pasión quien no la experimenta.

Dante Alighieri

 

 

 

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