Skip to main content

¿Qué pasa después de la muerte?

By 29 mayo, 2024junio 13th, 2024Tendencias, Voces UNIVA

Carolina Palacios García · Encargada de Edición, Audio y Video, Corporativo UNIVA

 

La pregunta es algo que ha perturbado al ser humano desde sus inicios, misma que se ha intentado responder con lo biológico y lo metafísico, con fe y datos duros; para después de tantos siglos, tener ninguna respuesta que satisfaga suficiente al ser y abandonar esta inquietud universal: una respuesta corta que explique todo y nos deje en paz.

Pero ¿qué es lo que pasa después de la vida? El corazón se detiene, los órganos se paran y el cerebro, así como los ojos, se apagan. Biológicamente, eso es lo que sucede, un cuerpo deja de funcionar. Un cascarón que tiene nombre, apellido y aire en sus pulmones, ahora se conjuga en pasado con un “era”.

El alma trasciende, la energía prestada regresa al universo, los justos entran al Reino de los Cielos. Un número de más, otro de menos.

Pues no bastándole a la muerte con ser difícil, a quien se va, las ciencias exactas, en su frialdad, les quitan el nombre, dejando su edad, sexo y causa; logrando que la humanidad de quien se marcha, se sienta lejana, haciendo que sea sencillo cargar el cascarón que antes fuera hogar de una vida entera.

¿Qué pasa después de una muerte?

Dejando la frivolidad de las ciencias en el párrafo anterior, las dudas son lo siguiente.

¿Por qué? ¿Por qué tan pronto? ¿Por qué tan tarde? ¿Por qué la persona que yo amo?

La fortuna de estas preguntas no se encuentra en la respuesta (pues esa ha quedado claro que no se tiene), sino en un suave suspiro que pronto se vuelve sollozo, envolviendo a prisa a dos personas en el consuelo que dan los brazos de un ser querido ante las pesadas palabras que son lamento mucho tu pérdida.

Lo dijo alguna vez un aviador que encontró un niño en el desierto y escuchó de su amistad con un zorro “Si uno se deja domesticar, corre el riesgo de llorar un poco”.¹ Crear lazos es tomar el riesgo de entrar al castillo y enfrentar al monstruo que se encuentra al final: la tristeza.

A pesar de su apariencia aterradora y el cosquilleo que nos invita a huir, hay cierta belleza en la tristeza humana. Si es observada con cuidado a través del cristal hecho de sal en las mejillas, encontraremos más que solo lágrimas. Hay fragmentados en ese prisma más de un sentimiento.

Persiguiendo los prismas de sal, y a manera de reconforte para quien los produce, hallamos dedos que los siguen pacientes con algo para secarlos, cuidando en consecuencia, al corazón herido por la pérdida.

Nos dan ganas de querer un poquito menos para evitarnos el daño colateral por dejarles domesticarnos; y a veces dan ganas de querer un poquito más, aunque eso signifique que el dolor crezca con las gotas de nuestra lluvia salada.

Entre el olor a café en un vaso de unicel en medio de unos dedos nerviosos, las palabras de aliento que comparten el dolor, las manos que se aprietan con fuerza en símbolo de acompañamiento, los golpes a una caja de madera, el desplante a la divinidad con la pregunta ¿por qué? y un puñado de sonrisas al recordar la vida de ese nombre y apellido; hacen que sea sencillo responder a lo que pasa después de la muerte.

Encontramos amor en quienes sufrieron la pérdida, los vemos abrazar su tristeza, su enojo y su calma; a la vez que terceros se unen y participan en el ritual del duelo con matices y maneras tan extraordinarios, que la respuesta irrefutable para mí a la pregunta protagonista de esta columna, es sencillamente: amor.

En memoria de dos seres muy amados por su familia y amigos.

Comunicación Sistema UNIVA

Author Comunicación Sistema UNIVA

More posts by Comunicación Sistema UNIVA