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Creación Divina y Creatividad Humana

Mtro. Germán Streckwall · Docente-Investigador de Verano Global 2022

 

¿Puede el ser humano crear o sólo recrea?

Tal como lo enseña el Compendio del Catecismo (cfr. 51), a diferencia de los grandes misterios de nuestra fe, la Creación es la primera respuesta a las preguntas esenciales sobre nuestro origen y nuestro fin, que el espíritu se plantea y al que, aunque muy parcialmente, intenta dar respuesta la reflexión humana.

En efecto, la filosofía abre progresivamente un camino que permite “caracterizar” a Dios. En tal sentido, los atributos divinos no son otra cosa que Sus Perfecciones, tales como, la razón puede conocerlas. Este conocimiento, obviamente, no nos es accesible de manera plena, por lo cual no se trata de un saber directo: Sólo percibimos sus efectos.

De acuerdo con la postura clásica escolástica, -que sigue siendo recogida por los autores actuales-, los atributos de Dios se pueden intentar comprender en dos grupos: los entitativos, que son los propios del Ser mismo de Dios; y los operativos, que son los relativos a la inteligencia y a la voluntad, a causa de su naturaleza.

Estos últimos, también llamados atributos positivos, son los semejantes a los que hallamos en las criaturas; y por ende los más relevantes a la hora de analizar la creatividad.

El ser humano participa no sólo del Plan Divino, sino que lo hace desde una Dimensión Trinitaria, que lo contiene. Es decir, nuestra semejanza abarca hasta la propia naturaleza de Dios. Por lo tanto, somos semejantes en la extensión de los Atributos Divinos, entre los cuales se incluye la libertad. Dios ha creado el mundo haciendo uso de su Absoluta Libertad y somos partícipes de la misma. Vista así, nuestra propia Libertad reviste una grandeza excepcional.

La Creación de Dios, no está concluida desde un comienzo, sino que la hizo in statu viae, lo que expresa que es dirigida a un fin último a alcanzar. Es entonces que, en tal sentido, como lo expresa el Catecismo (cfr. 302, 307, 133), para la realización de sus designios, Él se sirve del concurso de sus criaturas y concede a los hombres una participación en su Providencia, respetando siempre el libre albedrío.

Ahora bien, nosotros creamos formas, no elementos o seres reales. Esto es, nuevas maneras de hacer o de ordenar conceptos o materiales existentes. Y esa creación, esa forma, está en la mente del creativo. Es el contenido de un acto de pensamiento suyo. Como el proyecto de construcción de una casa en la mente del arquitecto.

La realidad del proyecto pensado es esa: el acto de pensarla. Lo creado es el contenido del acto creativo. Pero la creatividad del espíritu humano se circunscribe a una nueva forma o idea, no da lugar, por sí misma, a una nueva realidad. Para hacerlo real, hay que utilizar recursos reales cuya existencia no depende del sujeto creativo. En la actividad divina, la eficacia de estos dos momentos –creación y realización- se unen en un solo acto. En Dios, crear es establecer todo el ser de lo creado.

Somos por naturaleza creadores, no sólo consumidores. Somos creadores porque pensamos. Y porque nuestro pensamiento (nuestra naturaleza racional) es también la base de nuestra personalidad; se podría decir que somos creadores porque somos personas. La creatividad se realiza en la acción. Ahora bien, es necesario no sólo decidirlo y emprenderlo, sino también estar abierto a que esa primera idea, que ha surgido en nosotros, se despliegue en el marco de nuestra máxima fuerza expresiva.

De esta manera nos hacemos semejantes a Dios, porque el Universo es una expresión del pensamiento y del ser propio de Dios. Y nos ha sido dado, dentro de nuestros propios atributos, la posibilidad y la potestad de posar nuestra mirada original sobre el mundo exterior y expresarla en términos artísticos.

 

 

 

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