Mtro. Juan Manuel Madrigal Miranda Docente UNIVA Uruapan
El sacerdote católico Thomas Berry (1914-2009), nació en EUA, perteneció a la congregación Pasionista (www.passiochristi.org) fundada en Italia en 1720. El padre Berry fue un extraordinario erudito pues, fue doctor en historia, experto en las civilizaciones madre, en las culturas indígenas, geólogo, filósofo, teólogo y cosmólogo, aprendió chino y sánscrito. Vivió en Estados Unidos, China y Europa, viajó mucho estudiando la relación de las religiones con la naturaleza. Berry recibió varios premios internacionales y reconocimiento de universidades por sus libros e investigaciones. Algunas de sus obras son: El Sueño de la Tierra (1988), La Historia del Universo (1992), Amistad con la Tierra (1991) y La Gran Obra: nuestro camino hacia el futuro (1999).
Berry fue influenciado profundamente por la Biblia, la filosofía y teología católica, San Pablo, San Agustín, Santo Tomás de Aquino, Giambattista Vico, Teilhard de Chardin, Carl Jung y Mircea Eliade. Berry tomó de Jung la importancia de los símbolos, los mitos y los arquetipos. Los símbolos son fuentes de energía y a la vez, medios de transformación psíquica. Berry coincide con Eliade: los símbolos penetran en la realidad más que las palabras y conceptos. Los símbolos llevan hacia la unión y armonía de contrarios en la conciencia, para así, vivenciar al misterio de Dios, a su creación y su sentido último.
De Vico, tomó la idea de dividir la historia en grandes periodos con el fin de comprenderla mejor, así Berry propusó cuatro periodos de la humanidad: el Chamánico, el Civilizatorio Tradicional, el Tecnológico y el Ecológico (“Era Ecozoica”) en el que actualmente estamos entrando. Esta era se caracteriza por su racionalismo patológico, autista, pues el ser humano usa a la Tierra y su biodiversidad como simples objetos de consumo, produciendo así un modelo de vida bárbaro, consumista de objetos y personas, enfermizo, creador masivo de basura y contaminación, aislado de la sana comunidad con otras especies (plantas y animales) y de sí mismo, pero al mismo tiempo, está surgiendo una nueva y sabia comprensión de la relación del ser humano con este planeta y el universo.
Berry fue presidente de la “Asociación Norteamericana Teilhard de Chardin”. Chardin fue sacerdote católico jesuita, francés, gran científico paleontólogo, hizo varios descubrimientos sobre la evolución del ser humano. Berry tomó de Teilhard la concepción de que el universo y la vida no es algo estático y ya dado sino, que es una maravillosa cosmogénesis, es decir, que la creación es un proceso infinito hasta que Dios lo culmine y que si no percibimos toda experiencia y fenómeno como un proceso en transformación hacia algo cada vez mejor, entonces no podemos ser objetivos y veraces.
Chardin y Berry remarcan que desde el inicio de la creación, antes del ser humano sobre la Tierra, cierta forma de conciencia (interioridad, espiritualidad) ya estaba presente en los elementos básicos de la naturaleza (átomos), es decir, toda forma natural es una unidad psico-física. La conciencia es una forma íntima en todo lo que existe y es el hilo que vincula a todas las formas de vida, desde la unicelular hasta la conciencia humana, y de ésta a la mente crística: la Cristogénesis o Punto Omega -como la llamó Teilhard- el cual, es lo máximo de la evolución de la unidad ser humano-universo: amor, justicia, paz y belleza.
El increíble desarrollo actual de la ingeniería genética es un claro signo de la Era Ecozoica, podemos intervenir en los procesos más íntimos de la materia viva, se pueden fecundar óvulos humanos en probeta; producir transgénicos, clonar, hacer vacas del tamaño de un elefante, etc. Esto nos evidencia como co-creadores de la vida, podemos darle dirección a procesos vitales, para bien o para mal. Es una responsabilidad enorme, ¿qué cuento nos vamos a contar como humanidad?
Dice el Padre Berry que la esencia de toda comunicación es una narración, un cuento, una historia pequeña o inmensa. Nuestras tendencias sanas o insanas se condensan en la historia que nos contamos a nosotros mismos, entonces hay que contarnos un buen cuento, el cual se convierte en nuestra propia programación.
Berry se alió con Brian Swimme (doctor en filosofía y cosmólogo matemático), escribieron el libro Historia del Universo, en donde por vez primera se narra científica y espiritualmente la evolución del universo desde el Big Bang hasta la posibilidad de culminar conscientemente el gran sueño de los profetas hebreos: la armonía de los seres humanos entre sí y de la humanidad con el agua, aire, suelos, energía, flora y fauna, es decir, el Reino de Dios anunciado por el carpintero de Nazaret.
El padre Berry es un verdadero profeta de nuestro tiempo, de la Era en que los hielos permanentes de los polos desde hace millones de años (“permafrost”) se están derritiendo a gran velocidad debido a las actividades humanas irracionales y patológicas, con la consecuente alteración del clima mundial y con esto la producción de alimentos, seguridad de la población, extinción masiva de especies animales y vegetales, la biodinámica de la Tierra está disfuncionando y produciendo tsunamis, huracanes super violentos y otros fenómenos destructivos.
Esta es la evidencia aplastante de que la filosofía, teología, dogmas religiosos, modelos educativos y psicológicos, las ciencias sociales de Occidente y Oriente, necesitan una reorientación revolucionaria que garantice la salud de los ecosistemas de este planeta y su maravillosa biodiversidad para que continúe por siempre la alegría de vivir de los seres humanos, en armonía con el canto de las aves, el brotar del agua cristalina y el vaivén de las palmeras frente al mar azul y cristalino donde saltan de regocijo los delfines.
La redención, salvación del ser humano con su alegría y sufrimientos, sin los campos sanos de trigo, viñedos y agua pura, es una fantasía alienante y negadora del Dios vivo, del Cuerpo de Cristo sobre el cual pisamos, nos movemos y existimos (Hch 28,17).
Esta unión comprometida absolutamente entre la teología, la espiritualidad y el agua, suelos, flora, fauna y energía natural, es precisamente la Ecoteología, la nueva ciencia revolucionaria que nos ha dejado de herencia el sabio y santo sacerdote católico Thomas Berry. La imaginación religiosa de todos los credos está siendo retada y rebasada por el calentamiento global de la Tierra y su cambio climático, al igual que la teología, espiritualidad, psicología, ciencias y sistemas educativos.
Requieren urgentemente una reorientación empezando por una nueva forma de conciencia: la atención plena, darse cuenta (oración continua), la cual parte del ideal de la buena voluntad y el amor incondicional a la vida, y que se puede actualizar sentados, acostados, comiendo, caminando o en cualquier actividad cotidiana: dándonos cuenta de lo que estamos haciendo con nuestro cuerpo, sensaciones, pensamientos y emociones en cada momento, en el continum.
Parte de la esencia del cristianismo es la defensa de la vida, de sus fuentes vitales y biodiversidad, lo cual, es un modo inmanente del gran viaje de la vida, del misterio del universo; la trascendencia está en la fe inquebrantable de que la semilla del universo y la vida es benigna, en la alegría de vivir pese a todas las imágenes transitorias que nos den los sentidos y sus emociones. El mysterium tremendum y fascinosum es la fuente de donde reciben su luz todas las estrellas, nuestro sol que a cada mañana nos invita a contemplar a las formas, de rodillas, como la primera mañana del mundo…