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En las alturas del Kilimanjaro

Mtro. Miguel Camarena Agudo • Encargado de corrección y estilo del Sistema UNIVA

 

Han pasado 24 años desde que leí por primera vez Zorba el griego de Kazantzakis. La impresión causada por este texto me llevó a releerlo, por lo menos, un par de veces más durante mi vida. Zorba es un personaje fuera de lo común, es una expresión enorme de intuición, sensibilidad, hombría, anarquía y libertad, por decir algo. No sé por qué presiento fue el alter ego del propio Nikos, por tal motivo supongo lo inmortalizó en las páginas de su libro.

La novela tiene muchísimos matices que considero extenuante tratar aquí y prefiero sean buscados por el lector, por el contrario, optaré por centrarme en un tema en específico, el de la separación. En un pasaje de la novela Zorba le cuenta a Nikos una serie de encuentros con diferentes mujeres, las cuales lo dejaron o él dejó. En un par de estas historias se percibe una diferencia, en una él estaba enamorado y en otra, ellas de él. En ambas, la separación sucedió de manera inevitable, voluntaria o involuntariamente.

Martin Heidegger hablaba de la muerte como lo único seguro e inevitable. Savater explicaba en un ensayo, el azaroso e irrespetuoso modo de conducirse de esta dama de negro. Pienso lo mismo sucede con la separación, estamos condenados a ella desde el nacimiento y en el trayecto de nuestras vidas nos suceden como una especie de ensayos de muerte, con la pequeña diferencia de la contundencia y el sin retorno.

A pesar de estas certezas muchas personas no renuncian a la vida y al amor. Se esfuerzan por tener experiencias significativas y enrolarse en estos vericuetos, aunque estos los dejen solos, con el corazón entre los pies y buscando el consuelo en el fondo de una botella de tequila. No importa, por más rupturas que se tengan siempre habrá un amor por encontrar, y si no, muchas botellas de alcohol y canciones de José Alfredo para acompañar las despedidas.

Existen pues, seres descendientes de Ícaro, que no temen calcinarse el corazón, porque saben éste tiene la naturaleza del Fénix. En cambio, los hijos de Sísifo cuando están por colocar la enorme piedra en la cima la dejan caer, renunciando una y otra vez a la altura que otorga el amor y la vida, víctimas de una voluntad escuálida o del miedo de caer desde lo alto.

Desde adolescente tuve consciencia de la muerte y casi por el mismo tiempo de la separación, es decir, de lo efímero. Y desde luego, fue un madrazo saber que todo en este mundo tiene fecha de caducidad. Pero, no por ello dejé de embarcarme y buscar periplos dignos de un kamikaze. Lo mismo que Zorba, quien sabía que la vida era un peligroso juego donde más vale apostar todo que nada, muy a pesar del fatum de la separación.

 

El Kilimanjaro es una montaña cubierta de nieve de 5,895 metros de altura, y dicen que es la más alta de África. Su nombre es, en masai, «Ngáje Ngái», «la Casa de Dios». Cerca de la cima se encontraron el esqueleto seco y helado de un leopardo, y nadie ha podido explicarse nunca qué estaba buscando el leopardo por aquellas alturas.

 

                                                                                                                                                 Ernest Hemingway