Mtro. Miguel Camarena Agudo, Encargado de Corrección y Estilo UNIVA
Un hombre viejo y en silla de ruedas mira fotos en color sepia. Una enfermera está en la misma habitación. Él la llama y le muestra una foto donde aparece una niña junto a un hombre en un parque, ambos lucen felices. El viejo de la silla de ruedas le pregunta a la enfermera por la identidad del hombre que acompaña a la niña. Ella le responde negativamente. No lo conoce. Ese hombre, el de la foto, es Jimmy Hoffa.
¿Qué es a lo que más le teme un hombre?
Los estoicos decían que era una pérdida de tiempo divagar sobre esos vericuetos, pensar en las calamidades del futuro; porque cuando estas cosas sucedan estaremos extrañando ese tiempo que pudimos haber invertido en algo mejor o muertos quizá no habrá tiempo para perder el tiempo pensando en nuestro hecatombe personal. De cualquier manera, a veces el simple hecho de estar vivos es una pérdida de tiempo y no encuentro por qué no podamos hacerlo. Siempre existirán peores formas de perder el tiempo.
Hay una diversidad de situaciones que pueden hacer palidecer a cualquiera con el sólo hecho de pensarlas: la muerte, la enfermedad, el abandono, la ausencia, la soledad, el olvido. Todas indeseables en todo sentido desde cualquier perspectiva. En el último filme de Martin Scorsese podemos encontrar esos miedos y padecimientos humanos. El Irlandés es una película, basada en la novela I heard you paint houses de Charles Brandt, que logró juntar tres de los más emblemáticos actores del cine de gansters, Al Pacino, Robert De Niro y Joe Pesci. Pero más allá de hablar sobre las actuaciones, producción, efectos especiales u otras situaciones cinematográficas, mi interés está puesto sobre uno de los principales mensajes de la historia. Desde luego, el tema del poder aparece como en todo el cine que trata el tema de la mafia, pero en este caso aparecen otros elementos que si bien vuelven más creíble la historia, también humanizan a los personajes. Tal es el caso de la relación que tiene Frank Sheeran (Robert De Niro) con sus hijas, principalmente con Peggy. La cual sin que él se diera cuenta, sabía de sus ilícitos.
Peggy Sheeran crece con un padre cuya intención en un principio es la de casi todos los padres, dar las mejores condiciones de vida para sus hijos; pero en ese afán, Frank descuida a sus hijas volviéndose un padre ausente y generándoles, además, una imagen de miedo. Obviamente, él no se da cuenta ni de la magnitud ni de las consecuencias de eso. Mucho tiempo después, en la absoluta soledad, el rechazo y el abandono; pagaría con creces todas las facturas.
Y en general así es, la sabiduría popular no se equivoca cuando dice aquello de se cosecha lo que se siembra. La historia de El Irlandés es –entre muchas otras cosas e interpretaciones- un recordatorio de que no importa qué hayas hecho, cuánto dinero hayas ganado, quién hayas sido, a quién hayas conocido, algún día serás olvidado por todos.
Al final, los estoicos tienen razón; no hay que preocuparse por todo aquello que vendrá, el presente es nuestra única posesión, siempre en constante evanescencia. Y cuando la muerte llegue, nosotros no estaremos conscientes de ello, ni tampoco para experimentar el olvido. Porque si algo se parece a la antesala del infierno, es vivir tus últimos días viejo, enfermo, solo y con la consciencia de que te todos te han olvidado.