Mtra. Laura O. Robles Sahagún • Coordinadora de Alumni y Bolsa de Trabajo
No hablaré de nada nuevo, no hablaré de algo desconocido. Hoy me siento obligada a hablar de lo que desde hace casi un año es el tema, estemos donde estemos, leamos lo que leamos, platiquemos con quien platiquemos. Simplemente hoy quiero compartir mi visión de esta novela que solo puedo calificar como dantesca, permitiéndome hacer alusión a este término que se ha popularizado por la forma en que el escritor Dante Alighieri relata una de las tres partes de su obra “La Divina Comedia”: el infierno.
Lo que he estado viendo, de unos días para acá, a diferencia de todo el pandémico 2020, nunca imaginé siquiera que pudiera darse en la vida real, por ello me atrevo a adjetivarlo como dantesco, en esa connotación de horrible, de espeluznante, de macabro, de desolador. Hay filas en las farmacias buscando medicamentos escasos y que por cierto día a día aumentan de precio; qué decir de las personas formadas para comprar oxígeno o la gente publicando desesperadamente que busca concentradores o tanques; hay lista de espera para ingresar a los hospitales, en los públicos no hay lugar y hasta abandonan a enfermos en el piso para que sean atendidos, en los privados tampoco hay camas disponibles y las cifras a pagar son increíblemente altas.
Qué decir de las imágenes aterradoras de las carrozas funerarias esperando en fila para recoger los cuerpos de las personas fallecidas; hay fila en las casas funerarias para poder velar, aunque sea por cuatro horas, a los difuntos y solo pueden estar 15 personas (si se quiere aumentar el número de personas, el permiso puede salir en más de 20mil pesos); hay que esperar turno en los panteones para cremar o para inhumar y asimismo para que las cenizas sean entregadas. Cualquier cambio que se quiera hacer, aun en los planes de previsión funerarios, son de miles de pesos.
Vi muchos mensajes al finalizar el año en donde decían que había sido un año de aprendizaje, pero ¿de verdad estamos aprendiendo alguna lección? Porque hay acaparamiento, abuso en los precios y en la calidad de productos y servicios. También vi imágenes de playas y destinos turísticos llenos. Leía que los centros comerciales estaban atestados previo a las celebraciones decembrinas. Veo fotografías de gente que anda de fiesta, tanto en las ciudades como en los pueblos (en algunos casos bajo la complicidad de las autoridades), sin mayor protección y sin cuidar la tan famosa “sana distancia”. ¿A esto cómo lo podemos calificar, doble moral o gente sin miedo?
No hay día que no lea condolencias de personas cercanas, para compañeros de trabajo, conocidos, familiares. El ambiente huele a muerte, a una descontrolada muerte que no son números, son dolores reales, vidas cercanas, que se van sin poder hacer algo por ellas.
El miedo que causa la enfermedad, sus consecuencias, su desafiante atención, las diferentes manifestaciones y el desconcierto de complicarse en cualquier momento es aterrador. Las mutaciones de las cepas y los síntomas aun inciertos causan pánico y es inevitable sentirlo tanto para el paciente como para su familia o sus seres queridos, quizá pudiera ser derivado del exceso de información y de desinformación.
¿Cuánto más necesitamos pasar para poner en práctica ese supuesto aprendizaje del que hablamos o seguiremos siendo parte de esta novela dantesca en un nuevo capítulo llamado vida?
Publicado en La Crónica de Hoy Jalisco del viernes, 15 de enero de 2021.