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La cuestión indígena

Pbro. Lic. Armando González Escoto • Director de Publicaciones del Sistema UNIVA

 

El quinto centenario de la caída de Tenochtitlán a manos de los pueblos indígenas que tenía sojuzgados, mismos que aprovecharon el liderazgo de Hernán Cortés para liberarse de tal opresión, ha sido ocasión para que líderes políticos, por desgracia, y notables investigadores, afortunadamente, retomen el tema de la cuestión indígena.

Punto de partida importante debe ser advertir que el mundo indígena ha atravesado por tres etapas históricas muy concretas: la era prehispánica, la era hispánica, y la era posthispánica. Hasta donde nos es posible debería ser analizada cuidadosamente cada una de ellas, y hasta donde es posible, los propios indígenas con base a su memoria histórica, podrían aportar importantes elementos en orden a responder una cuestión crucial ¿en cuál de esas tres etapas han vivido mejor?

Tragedia notable de la era prehispánica fue el que las diversas comunidades indígenas vivieran combatiéndolas unas a otras todo el tiempo, situación que no pocas veces produjo el que ciudades enteras desaparecieran del mapa. El afán expansionista, la imposición de tributos, la esclavitud, el robo de mercancías, y el gusto por los sacrificios humanos eran algo cotidiano como lo muestran códices y murales tanto en el mundo maya como en el espacio sojuzgado por los aztecas.

La era hispánica trajo consigo casi trescientos años de paz en buena parte del territorio ahora denominado Nueva España. Pero el costo fue muy alto, pues la civilización occidental fue un paquete completo que incluyó grandes aportaciones y terribles novedades, como la viruela. La paulatina pérdida del propio universo cultural no fue un mal menor, si bien pudo algo paliarse por el fenómeno de la inculturación y del mismo sincretismo.

La era post hispánica no ha sido responsabilidad ni de los cacicazgos indígenas hegemónicos del pasado, ni del gobierno español, ha sido responsabilidad del gobierno mexicano, que, a diferencia de la monarquía española, arrebató a las comunidades indígenas la propiedad de sus tierras que venían conservando desde tiempos arcaicos, arrojándolos a la mendicidad. La cacería de indígenas apaches en el siglo XIX fue obra del gobierno mexicano, como lo fue también, la devastación de los indígenas mayas y la consecuente guerra de castas. Obra del gobierno fue igualmente la introducción de grupos evangélicois fundamentallistas en los territorios indígenas, los cuales fracturaron la unidad de esos pueblos y los sometieron a nuevas luchas intestinas antes desconocidas. Mientras que, durante la

dominación española, los pueblos indígenas conservaron su identidad como tales y de acuerdo a su diversidad étnica, el gobierno independiente les impuso a todos, una única nacionalidad, entendieran o no entendieran de qué se trataba. Ahora, por decreto, eran todos mexicanos. Sus usos y costumbres quedaron, por lo mismo, aplastados hasta por lo menos la sublevación de los altos de Chiapas.

Sin ir tan lejos, nuestros gobiernos municipales y estatal, por indolencia, ignorancia o complicidad, mantiene en el subdesarrollo urbano a los pueblos indígenas del valle de Atemajac, muchos de los cuales se han convertido en periferias abandonadas y peligrosas; otros han sido sobornados y corrompidos para adquirir las pocas tierras que el ejido les había restituido y crear fraccionamientos de súper lujo cuyos habitantes la emprenden en contra de los pueblos, porque les incomodan y molestan sus expresiones culturales. Por lo tanto ¿en qué etapa han vivido mejor?

 

Publicado en El Informador del domingo 19 de septiembre de 202

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