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Distanciamiento o división social ¿No se sufren ambas desde hace tiempo atrás?

Dra. Irma Livier de Regil Sánchez • Jefa de Investigación UNIVA Plantel Guadalajara

 

Para contextualizar, surge en China, a finales de diciembre del 2019, un nuevo virus denominado Covid-19 el cual presenta una tasa de contagio y propagación 20 veces más alta que el SARS ocasionando la muerte a grupos vulnerables como mujeres embarazadas, adultos mayores, niños menores de 5 años, y/o que presentan un sistema inmunológico previamente afectado por enfermedades crónicas y metabólicas como diabetes, obesidad y sobrepeso, hipertensión, insuficiencia renal y respiratorias (fumadores presentan alto riesgo). De acuerdo con datos publicados por la Universidad Johns Hopkins (27 de marzo de 2020), China presentó 81.897 casos y 3,296 defunciones, le tomó poco más de 60 días comenzar a erradicar los contagios, hasta el momento ha sido rebasado solo por EE.UU. que presentó más de 85,871 casos. Italia con 80,539 casos de contagio, fue el país en el mundo con la tasa de mortalidad más alta siendo esta aproximadamente del 10% con 8.165 decesos. De acuerdo con estos datos publicados por la Organización Mundial de la Salud, al 27 de marzo del 2020, en menos de tres meses se han contagiado 202 países, 509,164 personas y han muerto 23,335, de estos aproximadamente un 18% son adultos mayores (la información a cada momento se modifica). Siendo la población del mundo cerca de los 7,700 millones de personas, un 0.007% de esta ha sido contagiada con el COVID-19 y el 0.0003% ha muerto.

En México, se manifestó el 27 de febrero del año en curso, desde entonces han surgido 585 casos y 8 decesos (Gobierno de México, 26 de marzo de 2020), 90% considerados no graves y 10% han requerido hospitalización. La población ha dado seguimiento a las comunicaciones diarias e instrucciones del Gobierno Federal y Estatal para evitar que el país se vea afectado de la misma forma que algunos países europeos como España, Francia e Italia, los cuales, tras pasar los 30 días a partir de la detección de su primer caso, incrementaron drásticamente la cantidad de contagiados. Ante la ventaja que ofrece la oportunidad de observar y estudiar la curva de aprendizaje de otros continentes como Asia y Europa, el Gobierno de México y las instancias correspondientes en los diferentes niveles, han tomado decisiones tratando de adelantarse a los efectos de las inminentes etapas iniciales de la contingencia sanitaria. Ante el anuncio realizado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) el 11 de marzo, en el cual reconoció la pandemia, las autoridades de salud del país empiezan a sugerir una serie de acciones, entre estas, la solicitud de mantener el aislamiento social, o bien, una sana distancia, medida juzgada como “insuficiente” por los medios, la sociedad y los propios gobiernos locales, que esperaban la instrucción de cierre de fronteras con bloqueo de puertos, aeropuertos y aduanas, de la proclamación de un toque de queda (tal como lo hicieron en otros países) y la cancelación de eventos masivos; lo cual generó una serie de malos entendidos, inconformidades, incluso disputas entre usuarios de redes sociales, políticos, periodistas, empresarios, por mencionar algunos.

De inicio ¿Qué significan Aislamiento Social y Distanciamiento Social? ¿Cuáles son sus diferencias? De acuerdo al diccionario de la Real Academia Española (RAE) distanciamiento es la “acción y efecto de distanciar o distanciarse”, que a su vez es “separar, apartar, poner a distancia;… desunir o separar moralmente a las personas por desafecto, diferencias de opinión u otros motivos”. Durante la contingencia sanitaria por el COVID-19, un recurso informativo de la Johns Hopkins University define el distanciamiento social como “una práctica de salud pública que tiene como objetivo evitar que las personas enfermas entren en contacto cercano con personas sanas para reducir las oportunidades de transmisión de enfermedades. Puede incluir medidas a gran escala como cancelar eventos grupales o cerrar espacios públicos, así como decisiones individuales como evitar las multitudes” (Pearce, 2020). Ahora bien, la RAE define aislamiento como “incomunicación, desamparo;… acción y efecto de aislar”, que a su vez es “dejar algo solo y separado de otras cosas… apartar a alguien de la comunicación y trato con los demás… es un estado objetivo de tener contacto social mínimo con otros individuos” por ello se utiliza como sinónimo de soledad; Fernández, Muratori y Zubieta (citados por Escuder Andreu, 2018) definen aislamiento social como “carencia de afiliaciones de relación que, cuando existe, genera un sentimiento de marginalidad, la sensación de no ser aceptado por los otros, aislamiento y aburrimiento, y la falta de pertenencia a un grupo o red social”. Desde esta conceptualización, la palabra compuesta adecuada para definir hoy día lo que las autoridades solicitan a la población para mitigar la propagación del COVID-19 es el distanciamiento social, ya que se refiere a mantener distancia física entre las personas y no a evitar cualquier contacto (comunicación) entre ellas. Quizás en otros tiempos, en los que no existían los recursos tecnológicos de la información y la comunicación (TIC) con los que se cuentan hoy día, pudo haberse dado el aislamiento social, pero al contar con internet, comunicación satelital y herramientas como aplicaciones en celulares, computadoras, tabletas u otros dispositivos, las personas mantienen, de modo virtual, la comunicación con el otro, sus redes sociales y, por ende, su conexión y sentido de pertenencia a estas. Cabe destacar el uso de estos medios por empresas para motivar el consumo en línea, por IES para continuar su labor mediante aulas virtuales y plataformas educativas, por instancias de gobierno para facilitar trámites y pagos, así como por el Gobierno Federal, Estatal y sus representantes, con el fin de comunicarse con la población para mantenerlos informados sobre la situación. Twitter se ha convertido en las últimas semanas, en ese espacio público en el cual, día a día se congrega la población, no solo para prestar atención a la información, sino para expresarse y viralizar sus comentarios generando tendencias y debates sobre temas de actualidad con diversos hashtags como ejemplo #COVID19, #COVID-19, #Covid-19mx, #covid_19mexico, #QuédateEnTuCasa, #SanaDistancia, entre otros.

La estrategia del gobierno federal fue comunicada por diversos medios de comunicación, mediante transmisión directa; pero no fue correctamente expresada ni comprendida hasta la mañana del día 25 del tercer mes. El pasado día 14 de marzo del año en curso, en su cotidiana conferencia de prensa vespertina, el Dr. Hugo López-Gatell Ramírez, subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, explicó la importancia de considerar la “utilidad” de una intervención durante la toma de decisiones, en específico sobre intensificar las pruebas médicas y la declaración de un “toque de queda” o bloqueo del país al detectar el primer caso, esto por las repercusiones que conlleva, sobre todo dadas las características y condiciones sociales y económicas de nuestro país.

Retomando lo que quiso ser una analogía del país con una escuela, sobre lo que sucedía en la Fase 1 de la pandemia, el subsecretario explicó que ante la detección del primer caso, no resulta adecuado cerrar la escuela totalmente por las repercusiones educativas, sociales y económicas que pueden generarse, ni aplicar pruebas a toda la comunidad escolar porque solo serviría para detectar los casos inminentemente existentes cuya trazabilidad es relativamente sencilla dado el contacto con el primer caso, aun cuando estos no presenten síntomas (tal como sucedió con la influenza y el dengue donde aplicar la prueba solo fue para confirmar el padecimiento y formar parte de la estadística). Pero si aquellos que convivieron en el aula con el primer caso, y/o están conscientes de quizás haber sido contagiados, se distancian voluntariamente, el resto de la población educativa no se ve afectada en el progreso de sus clases, ni la economía de la escuela, ni el trabajo de las personas; no evita el contagio, pero si disminuye su velocidad considerablemente, sin paralizar la actividad de la escuela. Por otro lado, si existen profesores adultos mayores, personal y alumnos con padecimientos que los hacen vulnerables, también debieran distanciarse completamente, pero el resto sigue asistiendo a sus clases y actividades normales, porque si llegaron a ser contagiados, al presentar algún síntoma, se deben confinar en casa, vivir su proceso y curarse (como ha sucedido en la mayoría de las personas no vulnerables). De llegar a requerirlo, se les hospitaliza, pero gracias a las medidas tomadas, existirán los servicios suficientes y de calidad para atender a cada caso grave. Aplanar la curva de contagio (de acuerdo a la estadística) asegura no colapsar los servicios de salud públicos y privados, como lamentablemente ocurrió en China, en Italia y otros países cuya población no atendió las instrucciones a tiempo, responsablemente y en solidaridad con su comunidad.

Contra opiniones, preguntas, incluso ataques de la sociedad y de algunos medios, el gobierno federal comunicó que hasta no pasar a la fase 2, las medidas seguirían siendo relativamente “flexibles”; incluso, en la Ciudad de México se llevó a cabo un evento con la asistencia de más de 70 mil personas que al ingreso “sufrieron” una revisión de temperatura y cuestionamiento sobre síntomas, y el presidente de la República mantenía sus giras y eventos por diversas comunidades del país. Fue hasta el día 19 de marzo que el presidente anunció la conformación de un Consejo de Salubridad General, mediante el cual acordaron que a partir del lunes 23 de marzo iniciaría oficialmente el distanciamiento social por parte de quienes participan en el sector educativo, así como todas aquellas personas que pudieran implementar de inmediato el trabajo a distancia desde el hogar. Ante estas decisiones, algunos gobiernos estatales, siguiendo la iniciativa del gobernador del Estado de Jalisco (cuya preocupación se enfatizó al detectar la posibilidad de un gran número de casos contagiados a raíz de un par de vuelos llegados al aeropuerto de Guadalajara procedentes de la ciudad de Vail, Colorado) iniciaron con la implementación temprana de estas acciones desde el martes 17 de marzo contando con el apoyo de organizaciones e instituciones educativas.

Para el inicio de esa semana de distanciamiento social y extensa campaña de #QuédateEnTuCasa, el Gobierno federal anunció el inicio de la “Jornada Nacional de Sana Distancia” que, a reserva de los resultados obtenidos de la estrategia, tiene como fecha de término el 19 de abril, y presenta un caricaturesco personaje llamado “Susana Distancia” que invita a las personas a mantenerse lejos unas de otras. A penas pasaron 2 días de inicio del confinamiento en casa, suspensión de eventos masivos y cierre de restaurantes, bares y espacios públicos como parques, plazas; cuando al cumplir casi un mes, después de haber detectado el primer caso, los mexicanos observaron, durante su mensaje matutino, al presidente y a su Consejo de Salubridad General declarar oficialmente el inicio de la fase 2 de la pandemia (Gobierno de México, 25 de marzo del 2020). Entonces ¿Qué implica esta nueva etapa para la población?

La fase 2 se identifica cuando aparece el primer caso de contagio que no resultó del contacto con un caso de importación, es decir, que no recuerda haber tenido contacto con alguna persona que durante un viaje al exterior hubiese contraído el virus. En este momento inicia la estrategia de “Mitigación Comunitaria” cuyo objetivo es disminuir la curva de contagio de COVID-19, prolongándola en el tiempo, estableciendo como actividad la sana distancia mediante el #QuédateEnTuCasa #NoSonVacaciones como un mecanismo para lograrlo. Esto es, las personas tendrán que mantenerse en distanciamiento social, evitar su movilidad entre un lugar y otro, principalmente aquellas con factores de riesgo, por lo menos hasta el día 20 de abril, sin embargo, dichas instrucciones pueden cambiar dado que, al aplastar la curva de contagio, ésta inevitablemente provocará un proceso largo durante la esperada fase 3 de la pandemia, de acuerdo a lo informado por Hugo López-Gatell, la cual podría extenderse hasta agosto o septiembre de este año.

Pero en términos prácticos ¿Qué significa esto? Un inminente golpe a la economía del país, aunado al recibido en el campo de la macroeconomía con la reducción en el precio del petróleo y la cotización del dólar frente al peso que llegó a alcanzar casi los $26.00, lo que conduce al encarecimiento de productos importados. Más allá de abrir paso a la estrategia de distanciamiento social para mitigar la pandemia, inicia una inminente división social, surgida entre los que “pueden distanciarse” y aquellos que no pueden hacerlo o se ven afectados por dicho distanciamiento.

Entonces incrementará la tasa de desempleo, considerando que más del 90% de las empresas en el país son NanoMiPyMes que dependen de sus ventas diarias, al reducir o no haber consumo, en algunos casos, se verán en la necesidad de prescindir de sus trabajadores o de solicitarles mantener el trabajo sin goce de sueldo. Sólo algunas grandes y consolidadas empresas han anunciado medidas para soportar y ayudar a sus empleados; otras se han reinventado y ofrecen nuevos servicios o nuevas formas de hacer llegar sus productos a los clientes; plataformas de choferes han experimentado un incremento en compra y entrega de alimentos a domicilio, pero un decremento en la contratación de servicios de movilidad; bancos ofrecen apoyo a sus cuentahabientes, instituciones educativas particulares ofrecen seguimiento al alumno en línea, y muchos otros negocios que, de un modo u otro, se rehúsan a no intentar subsistir.

En este tenor ¿Qué sucederá con el autoempleado, con aquel que está en la informalidad, con el cilindrero de la plaza, con el que vende globos, fruta afuera de una escuela u oficina o algodones de azúcar, si no hay gente que le compre? ¿Qué pasará con los que venden en el mercado o en el tianguis? ¿Con aquel del puesto de tacos, de gorditas, de verdura picada, la de los tamales, la señora del aseo? ¿Qué sucederá con esos que para lograr desplazarse de su vivienda a su sitio de trabajo tienen que tomar tres camiones repletos de gente y no cuentan con recursos para prevenir?

En la sociedad actual se presentan dos grupos de personas, aquel donde la población, consciente de la importancia del distanciamiento social, con involucramiento de empresas y organizaciones que apoyan en lo posible la medida para no paralizar la actividad económica, logran trabajar en línea, atender a distancia sus compromisos laborales y logran disminuir el riesgo de contagio, pero se sumerge en una serie de acciones que suponen cambios en su cotidianidad y condición de vida al visualizarse encerrado por 30 o 40 días; realiza compras de pánico y hace compras de despensa para un mes entero, porque quiere y puede. Pero por otro lado, existe una población que no ve con “buenos ojos” la medida; ante su situación de por sí precaria, no ve viable confinarse en su vivienda pues depende de su actividad diaria para proveerse del recurso para la propia subsistencia y de su familia; o bien, por el tipo de negocio que atiende o labor dentro de alguna empresa, no cuenta con estabilidad y seguridad económica durante la llamada cuarentena o ve condicionado su pago permitiéndole la ausencia sin goce de sueldo; por tanto, se rehúsan a no continuar su actividad económica habitual o simplemente, “los de arriba” no se lo permiten. Aunque a nivel estatal se ha anunciado un programa de apoyo, no parece haber dinero suficiente para evitar a ese alto porcentaje de personas que viven al día (no solo aquellos en condición de pobreza, sino también algunos que pertenecen a un nivel socioeconómico superior), colapsarse en la desesperación al verse rebasado por los gastos y pagos, o simplemente por no tener para comer y proveer a los suyos de lo más básico; lo que puede, en el extremo, desencadenar delincuencia, inseguridad, un problema social y estructural.

Ante este escenario de división social por las condiciones de vida, la pandemia brinda una oportunidad para fortalecer los actos de generosidad, unos haciendo por los otros, donde en lugar de unos hacerse de una vasta despensa, ayuden a los otros a abastecerse con parte de ella; o adelantarle el sueldo o parte de este a quienes ayudan en la limpieza; o bien, pedirle a un chofer que compre y lleve el “mandado” a casa, o al menos hacer el pedido de productos a un establecimiento vía telefónica y ofrecerse a pasar por ellos en auto, porque seguramente su repartidor no da abasto; o donde los unos consumen el producto de los otros en los changarros de la localidad… hay dos alternativas, reñir unos con otros ante la desesperación de los primeros por estar encerrados y de los segundos porque el encierro para ellos no es opción, o bien, aprovechar las circunstancias para sanar la fracturada cohesión social de nuestra comunidad, a partir de la adaptabilidad a la situación existente logrando fortalecer redes de cooperación y solidaridad.

Por tanto ¿Cómo se reconfigura la sociedad en medio de la pandemia del COVID-19? En específico ¿Cuál es la actitud de la población ante el distanciamiento social? ¿Cómo percibe su afectación? ¿Cómo se relaciona con sus emociones, con sus hábitos y acciones? Frente a la situación anteriormente descrita, surgen estos y otros cuestionamientos, y desde una perspectiva pragmática, UNIVA ha iniciado un estudio para explicar el fenómeno… ¿Nos ayudarás a comprenderlo mejor?

 

 

REFERENCIAS

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