Claudia Fernanda Vargas Altamirano • Alumna de la Licenciatura en Psicología
Ante los hechos que han sacudido al país estas últimas semanas, ha habido mucha controversia derivada de todo lo que ha girado en torno al 9 de marzo. Por un lado, están las personas que apoyan el movimiento feminista, aunque este movimiento no es feminista mirándolo bien, es un movimiento humano porque busca la igualdad de derechos y obligaciones; pero están también, las personas que tienen sus dudas o lo apoyan en absoluto; esto es parte de cualquier sociedad medianamente democrática. Está bien tener diferentes puntos de vista y está bien que existan voces estridentes causando tanto ruido, como las que en estos momentos suenan, difíciles de ignorar o silenciar.
Aunque estemos en el siglo XXl y haya tanta libertad de pensamiento, de acción, entre otras cosas, aún sigue habiendo mucha indiferencia y desigualdad en el reconocimiento de los derechos de la mujer frente a los del hombre. Según la ONU en México al menos 6 de cada 10 mujeres mexicanas ha enfrentado un incidente de violencia; 41.3% de las mujeres ha sido víctima de violencia sexual, y en su forma más extrema, 9 mujeres son asesinadas al día; estos son solo algunos de los datos que muestran la gravedad del problema y que no son producto de una idea frenética-paranoica que se le ha ocurrido a un cierto grupo de personas.
Entonces, el hacer tanto ruido tal vez no genere en este momento las políticas públicas necesarias para la protección de la mujer, pero lo que sí ha generado es una atención social del problema, así como, de los aspectos a cambiar, porque esta situación ya no puede seguir así, es insufrible para cualquiera de nosotras.
Ahora bien, no se trata de buscar culpables, se trata de cambiar la cultura machista que nos viene arrastrando desde hace mucho tiempo, la cual nos pega muchas veces sin que nos demos cuenta; urge reeducar a las generaciones actuales y a las nuevas, sobre una cultura que promueva el respeto, la igualdad de derechos y obligaciones, desde el acto más insignificante, hasta la decisión más importante.
Ya lo dijo Malala Yousafzai “nos damos cuenta de la importancia de nuestra voz cuando somos silenciadas”, no se trata de feminismo ni de machismo, se trata de que ninguna voz ni ninguna vida sea silenciada solo por la condición en la que nació.
“…Hemos guardado un silencio bastante parecido a la estupidez…” (Proclama insurreccional de la Junta Tuitiva en la ciudad de La Paz, 16 de julio de 1809).