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El inútil desafuero

Pbro. Lic. Armando González Escoto • Director de Publicaciones del Sistema UNIVA

 

En México el tema de los fueros tiene ya una polémica historia que comenzó en el siglo XIX. En su origen el fuero era una forma de proteger a quienes ejercían determinadas responsabilidades de las inevitables represalias que podían venir como efecto de una actuación correcta, pero también servía para evitar el desprestigio de las instituciones, cuando sus altos funcionarios se veían involucrados en alguna actividad ilícita, en este aspecto el fuero posponía las acciones correctivas para el momento en que el funcionario dejaba el cargo, o bien, tales correcciones se desarrollaban en total privacidad, con todos los abusos que ese tipo de manejos discrecionales podría traer consigo.

No obstante, es un hecho que desde hace muchos años el fuero se convirtió en la muralla de la impunidad, pues no solamente protegía contra represalias, sino que se volvió el caparazón por excelencia para cobijar todo tipo de ilícitos cometidos justamente por funcionarios que abusaban de dicho privilegio.

Eliminar el fuero ha sido por lo mismo la bandera de los nuevos partidos, asunto en el que se han logrado ya avances importantes, sin que eso suponga, lamentablemente, que el problema de fondo, el de la impunidad, quede resuelto.

Tal vez no sea ni deba ser responsabilidad de un gobierno entrante evaluar la actuación del saliente, pero tampoco debe ser proteger o encubrir, pues ese tipo de acciones sólo buscan garantizar que cuando el nuevo gobierno salga, recibirá el mismo trato benévolo del entrante, es decir, la impunidad en su más alto y definitivo nivel.

Existen instancias que califican y auditan, pero ¿qué tan libres son? ¿Quiénes tienen como responsabilidad primaria evaluar a fondo a todo gobierno saliente, en los Tres Poderes y en los tres niveles? ¿De qué sirve la abolición de los fueros, si se mantiene incólume el proteccionismo de los gobiernos en funciones hacia sus antecesores?

Mientras el gobierno tenga el poder de facto para decidir a quiénes se le piden cuentas y a quiénes no, y los hechos muestren que los indiciados son siempre personas de segundos o terceros planos, y no los principales responsables, la cuestión del fuero o del desafuero acaba siendo hasta cierto punto irrelevante.

Es impactante el progreso que en otras democracias latinoamericanas ha tenido la impartición de justicia y el abatimiento de la impunidad, pese a fueros o cualquier otra triquiñuela; llama la atención que en países como Brasil, Perú, Guatemala, Chile, sus altos funcionarios, incluidos quienes han sido presidentes en dichas naciones, no solamente hayan sido juzgados por tribunales, sino además encarcelados varios de ellos por acciones u omisiones hasta más ligeras de las que se han visto en México, de donde se sigue que la condición de la democracia mexicana sigue siendo deprimente, y muy actual y vigente el sistema presidencialista, luego replicado en los estados, donde quienes gobiernan actúan como monarcas sexenales, según célebre frase de un famoso politólogo.

A las sociedades que permiten este tipo de abusos, Carlos Marx las llamó alienadas, es decir, enajenadas, embotadas, en lo que acertó, siempre y cuando consideremos que ese embotamiento es fruto del mismo sistema, la alienación es otra forma del fuero.

 

Publicado en El Informador del domingo 10 de noviembre de 2019