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El diálogo en la educación

Dra. María Cristina Martínez Arrona • Directora de UNIVA Online

 

Solamente el diálogo, que implica el pensar crítico, es capaz de generarlo.

Sin él no hay comunicación y sin ésta, no hay verdadera educación.

(Paulo Freire)

 

Todas las personas, de una forma u otra, somos educadores; con la enorme tarea de construir nuestra vida y la de las personas con las que convivimos, en base a valores, principios y virtudes, de tal forma que podamos aportar positivamente en nuestra sociedad. La educación ante todo es una relación, un encuentro dialógico en el que se establece una forma de comprender la vida y la realidad que nos rodea.

La palabra diálogo se conforma de dos partes: “dia” significa a través de, y “logo” que es la capacidad de expresar un pensamiento a través del lenguaje, por lo que toda conversación conlleva un propósito pedagógico-educativo. Sócrates, en la antigua Grecia, utilizaba el diálogo y la mayéutica para llevar a sus oyentes a gestar sus propias ideas.

Cuando el diálogo se realiza en el ámbito educativo es un proceso racional que hace posible la construcción de nuevos mecanismos sociales hacia fines más justos, consensuados a través del ejercicio de la argumentación, y si además, el proyecto educativo cuenta con valores y principios que promuevan la dignidad humana, el bien común y desarrollo sostenible, el diálogo permite construir identidad y educar en valores morales, mostrando a través de la formación de la persona y generación de conocimiento, su esencia, aporte y razón de ser ante la sociedad.

Una de las tareas esenciales de la labor docente es capacitar al educando para crecer en sabiduría, de ahí la tarea continua de innovar en el desarrollo de los procesos académicos, siendo el diálogo la dinámica fortalecedora, por esencia, en la formación de individuos capaces de confrontar argumentativamente su realidad. El diálogo posibilita un encuentro de reflexión y acción entre el docente y los alumnos, con la firme idea de humanizar el mundo, de transformarlo.

Es esencial que en nuestras relaciones generemos espacios que nos ayuden a expresar nuestras ideas y pensamientos; estos fomentan el respeto por la diferencia, la estimulación del pensamiento y la reflexión, posibilitan discurrir internamente permitiendo así el autoconocimiento, lo que contribuye a clarificar las propias ideas, a conocer y definir conceptos. El diálogo nos ayuda a comprender la vida, explicarla, mostrarla y trasmitirla; esclareciendo así el aporte constructivo que podemos ofrecer desde nuestra profesión a la sociedad.

La invitación es a preguntarnos: ¿propiciamos espacios de diálogo en nuestros procesos educativos? ¿ayudamos a las personas a construir su propio pensamiento y expresar sus ideas? ¿enriquecemos nuestro diálogo con principios axiológicos que orienten el conocimiento –independientemente de este– a la construcción de una sociedad más justa y fraterna? El diálogo debe armonizar en el proceso, la contemplación y la acción, el pensar y el hablar, proporcionando el tiempo necesario para la reflexión, la interiorización y la formulación de las propias ideas.