Para Jesús, saber lo que la gente hablaba y pensaba de Él realmente no era importante, y en el evangelio del día de hoy parece que si lo era. Saber quién era para la gente. La realidad es que Jesús a través de diferentes pasajes bíblicos, cuestiona algunas cosas, lo que es verdaderamente importante para Jesús es el corazón de las personas, nuestras intenciones con respecto al bien.
En este evangelio en donde Jesús pregunta a sus apóstoles ¿Quién dicen que soy yo? Confirmando la fe de las personas, de quienes lo seguían y no porque no la conocieran, simplemente ser honestos ante Dios es un acto de humildad del hombre a su Creador.
Ser humilde no significa falta de carácter, ignorante o tonto, para Dios ser humildes significa ser dóciles a su voz, dejarnos acompañar por Él a través de la fe, abandonarnos a su voluntad.
Reconocer a Jesucristo como el Mesías “El ungido” no era solo un problema de aquel tiempo, en la actualidad hay muchas personas, inclusive bautizadas católicas que no reconocen a Cristo como el Hijo de Dios, Dios y Hombre verdadero, por diferentes causas, falta de fe, ignorancia, experiencias de vida alejadas de Dios, etc.
Hoy Jesucristo te pregunta directamente ¿Quién soy para ti? Y es importante que con apertura de corazón y mente puedas responder a esa pregunta. Cuando le das el primer lugar a Dios en tu vida, reconociéndolo como Dios y Creador, comenzarás a experimentar el abandono en Él. Eso no significa dejar de tener problemas, pero sí, tener una actitud de confianza plena en que Dios guía nuestra vida y la historia de la humanidad.
“Jesucristo es el ungido de Dios, su Hijo muy amado, el camino para llegar al Padre. Que nuestra confianza nos ayude a amarlo, buscarlo y reconocerlo como nuestro Salvador”.