El Jesús que san Lucas nos presenta en esta desconcertante página, no es ciertamente es “dulce” figura de ciertas tendencias, malamente llamadas piadosas. Ese Cristo que no provoca ningún conflicto y ninguna división, ya que no exige nada de radical en la vida de quienes optan por Él y por su causa. Lo que en el fondo se nos quiere decir aquí –con la sugestiva imagen del “fuego”– es que no se puede ser auténtico seguidor del Resucitado si no se está dispuesto a luchar, comenzando por la lucha contra nuestras propias pasiones desordenadas por ejemplo. A veces tan familiares a nosotros que bien se podrían empatar con nuestra propia parentela. Me gustaría que aprovecháramos tres elementos o palabras clave de este evangelio para asimilar este mensaje un poco más y lograr tocar más corazones:
El primer elemento es, el ardor: si alguna vez hiciste un retiro de impacto me vas a entender a lo que me refiero. Cuando uno se encuentra con Jesús siente un fuego dentro que lo mueve y le dan ganas de salir a anunciarlo por todos lados. Es a ese fuego que se refiere Jesús, que tu corazón arda y deje de ser tibio, que se mueva para que muchas más personas conozcan el amor de Dios, que sepan que se puede seguir adelante, que la religión católica es amor y no un peso, que la eucaristía es el encuentro con el resucitado y no un mero cumplimento en donde mitad cumplo y mitad miento, que leer la Palabra de Dios es un alivio al alma y no un libro de literatura. Es ese ardor que tú y yo debemos transmitir ¿qué estamos haciendo por ello? ¿Estoy tibio?
El segundo elemento o palabra clave, la angustia: es la angustia de ver el tiempo que pasa y que sigues en lo mismo. Ver que no se culmina lo que te propusiste. Es tiempo de ponerse las pilas y no dejar para mañana lo que puedes hacer hoy. Toma las decisiones que tengas que tomar, no la pienses de más. ¡Hay que ejecutar! Sé más claro y ejecutivo con tu vida y no andes dando vueltas. Lo que es, es, y lo que no es, no es; pero no dejes que pase tanto el tiempo, si no la angustia te carcomerá la cabeza. Hoy juégatela por ti, por tu vida y por Dios.
La tercera y última palabra es, división: tenemos que ser buenas personas, pero también todo esto nos lleva a luchar y a darnos. También traerá confrontación. Es necesario decir las cosas en el momento que corresponde, a la persona que solo corresponde y cuando corresponde, pero es necesario saber que el vivir en la verdad provocará división y dolor. Pero la paz que da vivir en la verdad es lo que te ayudará a superar todo conflicto. Porque quien va por la vida sirviendo a más de un señor le resultará problemático su resultado porque su corazón estará dividido todo el tiempo.
Por ello pidamos a Dios la gracia de distinguir qué fuego o qué ardor me motiva a ser el cristiano que soy ahora, sobre todo si lo que me motiva me acerca muy bien a mi propósito, pero me aleja del propósito de Dios. Y en este cometido pidamos unos por otros, para dejarnos de payasadas como coloquialmente se dice, de pérdidas de tiempo, que aprendamos a tocar los corazones de los demás, pero conforme a la voluntad de Dios y no conforme a voluntades de intereses particulares, que por supuesto no son cristianos, pero que son tan comunes que nos resultan familiares.