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SEAN MISERICORDIOSOS, COMO SU PADRE ES MISERICORDIOSO. (LC 6, 27-38)

“Si me conocen a mí, también conocerán al Padre. Pero ya lo conocen y lo han visto” Jn 14,7. En un mundo en donde parece que la maldad, la desolación, el desamor y la fragilidad son el pan de cada día, una sociedad que busca justicia día con día, experimentando dolor y sufrimiento, muchas veces incomprensible. Viviendo un amor imperfecto, porque solo el amor en plenitud pertenece a Dios (Ágape), sin embargo, Jesús nos enseña a ser humanos, seres humanos con la capacidad de amar y al amar experimentamos a Dios. Aquel que se da la oportunidad de amar, tendrá la capacidad de ser misericordioso. En la actualidad, el mundo más que necesitar justicia, necesita misericordia, mucha misericordia de los unos con los otros.

¿Perdonar? que difícil es perdonar, y más cuando experimentamos heridas en nuestros corazones que aún sangran, heridas que inclusive se han infectado y que despiden un olor a putrefacción; condiciones que infectan y dañan a quienes nos rodean, infecciones con olor a rencor, dolor y venganza; inclusive tristezas maquilladas de dolor.

La misericordia es más que perdón, es la esencia de Dios, es su propia naturaleza. Sin embargo, Jesús nos enseña que perdonar no es “olvidar” necesariamente las ofensas, perdonar es, tener la capacidad de no regresar el mal recibido teniendo la libertad y la capacidad de hacerlo. ¿Qué difícil es controlar los impulsos de nuestro corazón que por naturaleza se inclinan a hacer el mal?, y aún más, cuando somos lastimados y heridos. Solo la gracia hace posible ser misericordiosos, así como nuestro Padre lo es, y la gracia se obtiene uniendo nuestro corazón con el corazón de Dios. Un corazón unido al de Dios, será un corazón más humano, más caritativo, un corazón que amará al modo de Jesús.

Que nuestro objetivo día a día sea ser misericordiosos, solo de esa manera podremos combatir todas las infecciones sociales que se hacen presente, que se respiran y que contagian a la humanidad. Busquemos a Jesús para poder aprender de Él, para poder hacer sentir al otro más humano y que su modo de proceder sea nuestro modo de proceder.

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