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SE ACERCÓ, LA TOMÓ DE LA MANO Y LA LEVANTÓ (Mc. 1, 29-39)

La casa en el evangelio de Marcos es el lugar de estancia de Jesús y de los discípulos, y escenario de su actuación. La casa se convierte en el ámbito donde se instruye a los discípulos (Mc 7,17; 9,28.33; 10,10). La suegra de Simón estaba en cama con fiebre y son los discípulos quienes, en esta ocasión, salen al paso de la necesidad, aunque la actuación será de Jesús.

Con tres verbos de movimiento el Señor realiza la curación. En primer lugar, Jesús se acerca, en él existe la voluntad de sanar, para eso ha venido, pero toma la iniciativa, no espera a que el enfermo se acerque, él se encamina, va al encuentro. En segundo lugar, la toma de la mano, gesto de cercanía y amistad, rasgos de un Jesús muy humano, que se preocupa de la situación de cada persona, que realiza gestos para infundir ánimo, esperanza. Ninguna persona puede sentirse “postrada”, abandonada, si Jesús está con ella.

El tomar la mano entre las suyas es un signo de amor y de encuentro personal. El tercer verbo de movimiento es levantarla, Jesús la levanta. Le ayuda a ponerse en pie, a sentirse estable y segura, no la deja sola, acompaña todo el proceso de curación. Jesús sana mediante la fuerza que posee y que irradia a su alrededor.

En seguida, la fiebre desaparece, la persona deja de estar postrada para ponerse de pie. Desaparece la aflicción corporal que, al igual que la opresión del espíritu impuro, van contra la voluntad de Dios. Todo ello desaparece con la llegada de Jesús. Eso es lo que expresará Marcos a continuación extendiendo la sanación a otros: “curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios” (v.34). La respuesta de la mujer no se demora, inmediatamente se pone a servirles. Lo esencial del discipulado rabínico era el servicio o lo que es lo mismo, ser discípulo era servir.

Marcos nos está diciendo que esa mujer se levanta, se pone de pie y se convierte en seguidora de Jesús. La actitud que adopta la suegra de Pedro, es la misma que debe asumir cualquier discípulo de Jesús. El seguimiento del Maestro, implica ir tras sus pasos que “ha venido a servir y no a ser servido” (Mc. 10,45).

¿Qué me hace hoy estar postrado en cama? Jesús también quiere sanar mis “enfermedades”. Hoy se acerca a mí, me toma de la mano y me levanta. Me “empodera” y me devuelve mi dignidad. Toca servir. ¿Estoy dispuesto a vivir desde esta nueva condición de seguidor/a de Jesús?

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