El evangelio de hoy nos pone en perspectiva de algunas actitudes de nuestras vidas, que pueden estar sujetas a maneras poco adecuadas de ser, algunas de ellas pueden estar provocando malestar en las que nos rodean, o incluso algunas de ellas pueden ser “ocasión de pecado” o escándalo para los más sencillos.
¡Ay! de aquel que sea ocasión de pecado, esta sentencia de parte del Señor nos recuerda que tenemos la responsabilidad de resguardar el bienestar de los hermanos, y no otorgarnos la libertad de agredir o confrontar de manera poco adecuada a los demás, concreticemos esto, supongamos que yo poseo conocimientos que lo demás no, y henchido de mi “capacidad” busco la situación para demostrar la superioridad.
Esta actitud confronta de manera negativa y logra generar en quienes escuchan una actitud contraria y en su interior brotan sentimientos y actitudes totalmente contrarias al evangelio, de ahí que esta acción fuera de las actitudes cristianas, hacen que se provoque en otros una actitud de escándalo y de ocasión de pecado.
A quien te ofenda perdónalo siempre, esta es la actitud que debe imperar en aquellos que nos decimos cristianos, pues a pesar de que los otros sean ocasión de escándalo según su sentir y su proceder, debemos brindar una actitud de apertura y de perdón y un perdón que no está supeditado a la posibilidad de respuesta por parte del ofensor, pues hemos de aprender a vencer el mal a fuerza de bien y que la actitud de perdón en realidad no solo es un dejar pasar, sino sobre todo un permanecer libre ante la negatividad de otro.
¡Auméntanos la fe!, este debe ser el grito constante que elevamos a Dios ante cada situación que nos rodea, hemos de pedir que nos aumente la fe para poder adherirnos a su voluntad, la cual siempre nos insta a ver en cada uno de los que nos rodean el rostro de un Dios que nos ama y que está dispuesto a darlo todo por mí.
Aumentar la fe asegura que cada acción que acometemos está impregnada de la gracia divina, la cual nos hace encarnar el perdón como una actitud propia de los que se dicen cristianos, encarna la propia vida de Cristo que perdonó siempre, incluso a sus agresores; por eso cuando la fe ha crecido y esta fe ha encarnado el perdón, provoca en nuestra vida que evitemos ser ocasión de escándalo para los demás no por apariencia sino por convicción.
De ahí que estamos llamados todos a hacer presente el Reino de Dios en medio del mundo y evitar escandalizar a los demás sintiéndonos superiores a los demás, estemos dispuestos a amar a los demás y a perdonar incluso a quienes nos agreden.