Nos encontramos en la cuarta semana de Cuaresma, ayer celebramos en la Iglesia el Domingo Laetare, una ligera relajación del sentido penitencial de la Cuaresma, donde fijamos la mirada en la alegría más allá del pecado. Porque hay más alegría en el cielo por un pecador que se arrepiente que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentirse, dice el capítulo 15 del evangelio según san Lucas.
La lectura tomada de Isaías presenta el mensaje de parte de Dios, que se alegra con su pueblo. Dios se compromete a poner todo lo necesario para que nosotros podamos vivir plenamente, dejando de lado las tristezas y los conflictos. Por otro lado, nosotros nublamos nuestra vista mirando hacia situaciones que nos dan falsas alegrías y nula plenitud, acabando por dejarnos esclavizados y dependientes.
Dios, como buen Padre, no es indiferente a la vida de sus hijos. Así como se preocupa y entristece con nuestras fallas, también se alegra con nuestra alegría. Él goza cuando ve dar frutos a nuestros esfuerzos, cuando estamos en paz y nada nos perturba.
Que nuestro llamado de hoy sea detenernos un momento para agradecer a Dios, para decirle cómo nos sentimos hoy. Cuéntale un triunfo tuyo, algo por lo que hoy te sientes bien. Ahora bien, rescata aquello que te preocupa y te inquieta, pregúntate si en verdad eso es un impedimento a tu plenitud o es solo algo superficial que viene y va. Y si lo que te falta es digno, ve a la oración y recuerda a Dios su compromiso, pero no te olvides del tuyo: vive confiando en Dios, y como si ya te hubiera dado aquello que te hace falta.