El día de hoy, San Marcos reúne aquí varios dichos de Jesús, destacando entre ellos dos breves parábolas de tipo sapiencial: la de —la lámpara que no ha de esconderse— y la de —la medida con la que medimos y seremos medidos—. Y todo concluye con una especie de proverbio motivador, pero de no inmediata comprensión: «Al que tiene, se le dará; pero al que tiene poco, aun eso poco se le quitará». Efectivamente, la riqueza suele multiplicarse y la pobreza generalmente lleva a la miseria. Eso mismo podrá decirse respecto a nuestras actitudes humanas y espirituales ante los misterios del Reino. Por tal motivo conviene tener en claro 3 tentaciones que por ser muy actuales debemos prestar especial atención, y que como cristianos debemos evitar pues restan mucho a las virtudes que seguro Dios ya te ha regalado:
La depresión: es el exceso de mirar al pasado, una verdadera tentación. Donde constantemente estás mirando, ya sea los errores que cometiste, unidos a la culpa, o esos lindos momentos que te gustaría tener, y hoy los lloras porque no los tienes. Esto te lleva a opacarte y perder la capacidad de brillar ante los demás. Y esconder las virtudes y talentos que Dios te dio. El caer en este exceso de mirada te lleva a perder todo lo que puedes lograr hoy en tu vida y la obra que Dios tiene preparada para ti. No dejes de alimentar tu vida con el presente y ese objetivo a futuro. Pero aprende que el pasado es pasado y alimenta la experiencia de tu vida, pero no hagas que solo allí gire tu vida, en echarte culpa o en caer en la melancolía eterna. Descubrirte acompañado por Dios es el mejor aliciente.
Estrés: es ese excesivo mirar al presente. Cuando estás constantemente mirando lo que tienes que hacer, en cómo meter en 24 horas las ciento cincuenta mil cosas que tienes para hacer. Es cuando se desproporciona tu tiempo para ser, en un constante hacer, malinterpretando incluso el vivir para los demás con un excesivo dar y dar sin parar que te lleva a quemarte. Caes en ese acelere en donde ya no caminas en el día, sino que andas a las corridas todo el día, castigando muy duro a tu cabeza con cosas y cosas, problemas y problemas. Esto destruye tu luz porque te quita la paz, y la paz es como ese aceite que permite que tu luz brille con más fuerza. Confianza en Dios es clave, la que nunca suficiente, la que siempre se puede cultivar todos los días.
Ansiedad: esto también quita tu luz, porque es el exceso de mirar hacia el futuro. Ya tu mirada está constante en el qué sucederá. Te toma el miedo porque no sabes si saldrá o no saldrá como lo planeaste. Empiezas a fantasear en la cabeza y tu misma cabeza se llena de fantasmas que lo único que logran es que vivas en una irrealidad, y hasta en sufrir por cosas que aún no son. Eso te hace olvidar de tu gente y de disfrutar de la vida. Descubrir que la Divina Providencia es la mirada de Aquel que sabe darnos lo que necesitamos aun sin saberlo pedir, nos confortará y dará calma.
No dejes que estos tres excesos tomen tu vida. Hagamos como decía la madre Teresa “viviré mi vida como si fuera mi primer día, mi último día y mi único día”. Hoy tú y yo podemos dar mucha luz, esto bajo la perspectiva del evangelio de hoy, confiando en que es Dios quien alimenta nuestras más nobles y profundas inspiraciones. Bendecido día.