¡Qué grande la misericordia de Dios! Y lo deja muy claro cuando llama a Mateo. El cobrador de impuestos era visto como un traidor para su pueblo, y en más de una ocasión tenía la facilidad para cobrar de más o tomar lo que no era suyo. Definitivamente Mateo no gozaba de alta estima entre los suyos.
Jesús lo miró y lo llamó. La única palabra fue “sígueme”, sin condición ni explicación. En cambio, Mateo sabía que seguirlo implicaba dejar la mesa de impuestos que era su vida, su comodidad y su pecado. Al levantarse, Mateo no lo hizo únicamente en el sentido físico, levantó la mirada al cielo, el corazón a Dios, su dignidad hacia el valor merecido y sus deseos hacia el único que puede colmarlos.
El llamado que Jesús nos hace para seguirlo es permanente, cada decisión y cada día son una nueva oportunidad para levantarnos y decir “quiero seguirlo”. El deseo sincero de la verdad, la búsqueda del bien de mi prójimo, el perdón y los gestos de amor son acciones sencillas y concretas que nos impulsan a dejar de lado la comodidad y las fallas, para avanzar en el camino de la santidad.
¿Cuáles son las comodidades que necesito dejar para seguirlo? ¿He escuchado hoy la voz de Dios invitándome a seguirlo? ¿Cómo? ¿Al seguir a Jesús soy capaz de dejar mis monedas en la mesa o prefiero llevarlas conmigo?
Que nuestro sincero deseo de conversión en el seguimiento de Cristo culmine haciendo que Dios venga a comer a nuestra casa, entre a nuestra comunidad y nos haga fuentes de misericordia.