El evangelio que se sugiere para el día de hoy nos invita a reflexionar en la misión de Juan el Bautista, al ser reconocido por Jesús como el profeta más grande de la historia, pero al mismo tiempo nos enseña que el más pequeño en el Reino de los Cielos es más grande que Juan el Bautista. Jesús es la perfección divina y humana, no hay nadie más grande que Él.
Sin embargo, Juan el Bautista preparó el camino a Jesús, predicó y vivió conforme a los mandatos de Dios, maestro en virtud y obediencia. ¿Quién de nosotros toma verdaderamente la misión de Dios en nuestras propias vidas? Así como Juan, debemos profetizar, hablar de Dios, darlo a conocer a quienes aún no lo conocen, pero sobre todo tratar a los demás al modo de Jesús. Al ser bautizados, nos convertimos en hijos de Dios, por ende, en reyes, sacerdotes y profetas con la autoridad de lo alto, guiados por el Espíritu Santo para continuar con la obra de Jesucristo nuestro Señor, ganar almas a Dios.
Por eso, así como Juan el Bautista, debemos tener una actitud de servicio, primeramente, a Dios para poder seguir preparando el camino, en este tiempo de espera y conversión para recibir al Niño Dios en nuestros hogares, en nuestros corazones, y así estar listos para la segunda venida de Cristo.
Que Jesús dueño del tiempo y del espacio nos motive para que con los esfuerzos de cada día podamos alcanzar la gracia de los justos; poderlo contemplar con Juan el Bautista y todos los santos y santas de Dios por toda la eternidad.
Todos tenemos esa tarea de ir día a día sembrando sonrisas, esperanza, alegría. Anónimo
