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DE JACOB SE LEVANTA UNA ESTRELLA (Nm. 24, 2-7. 15-17)

Nos encontramos en el inicio de la tercera semana de Adviento, donde el tema central es el gozo. En medio de la penitencia y la reflexión que se vive en este tiempo litúrgico, tenemos la posibilidad de relajar el camino para contemplar el gozo que invade al mundo por una excelente noticia: Dios se hace hombre para rescatar lo que se había perdido.

El pasaje del libro de los números nos presenta la profecía de Balaam: “De Jacob se levanta una estrella y un cetro surge de Israel”. Para contemplar una estrella se requiere la oscuridad de la noche, el mismo sol se distingue y valora gracias al periodo nocturno del día. Entrar en la noche es darnos un tiempo para el silencio, en el cual podemos ensimismarnos, hacer una introspección para entender qué situaciones de nuestra vida se encuentran oscuras en las tinieblas del pecado, de la tristeza, de la desesperanza y el desuso.

Es interesante contemplar cuántas veces permanecemos atados al pasado, a personas o eventos que no hemos podido superar y que mantienen una parte de nosotros a oscuras. Contemplemos aquellas partes de nuestro cuerpo que viven sin luz, y por ello me refiero a las partes que no saben hacer otra cosa sino aquello obligado o lo mínimo indispensable. Las manos que viven oscurecidas para solo trabajar, los ojos oscurecidos incapaces de contemplar la necesidad del prójimo. Nuestra mente oscurecida bajo sentencias, prejuicios, indiferencia y costumbres.

La buena noticia es que Cristo es la estrella que viene a iluminarnos, y no es cualquier estrella, es el mismo Sol. Deja que Él penetre nuestra vida, para iluminar nuestras oscuridades: pecados, limitaciones, ataduras, problemas. Porque en nuestra vida hay muchas estrellas, pero ninguna tan brillante como el Sol. Cristo brilla para todos, hoy nos toca abrir las ventanas de nuestra vida, deslizar las cortinas del qué dirán, para que la luz ilumine y elimine la humedad que nos impregna. Nos visita el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que vivimos en tinieblas y sobras de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.

Para finalizar me gustaría recordar al santo que celebramos hoy en la Iglesia, san Juan de la Cruz, doctor de la Iglesia. Entre sus obras encontramos una peculiar frase “al final de nuestros días seremos juzgados en el amor”. Estas palabras van muy bien con el tiempo de Adviento. No existe mejor preparación para el encuentro con Cristo que la vivencia plena del amor, pues “el alma que anda en amor, ni cansa, ni se cansa, ni descansa” menciona el santo en otra ocasión. ¿Cuánto amor has puesto hoy en lo que haces? ¿Descubres el amor de Dios en tu día? ¿Dónde pudiste poner más amor en lo que va del día de hoy? ¿Cómo puedes apropiarte de estas frases que has leído?

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