Quizá lo decisivo para la mayoría de las personas nombradas en el evangelio fue el encuentro con Jesús. Así en el caso de Zaqueo, de Nicodemo, de María Magdalena, de Lázaro, Marta y María, por no citar más que algunos. En el caso de Juan, también. En el párrafo evangélico de hoy, como no puede hacerlo física y personalmente porque está encarcelado, se sirve de sus discípulos.
Juan sabía muy bien su identidad y lo que Dios esperaba de él. “A ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos”. Y este precursor quiere seguir siéndolo incluso desde la cárcel, y vaya si lo consigue. La respuesta de Jesús a los enviados de Juan, apoyada en lo más hondo de los profetas, no dejará duda alguna ni a los enviados ni a nosotros. Pero, una palabra sobre encontrarse con Jesús y preguntarle.
Antes de preguntar se necesita un marco: el de la Samaritana, fue el pozo de Jacob donde Jesús se sentó; el de Zaqueo, la mesa de su casa que Jesús compartió; la de sus amigos Lázaro, Marta y María, Betania; la de los discípulos de Emaús, el camino… Sea el monte, donde él se solía retirar; o la noche, siempre propicia a la intimidad, lo importante es encontrar el marco apropiado para encontrarse con Jesús, preguntarle y, sobre todo, escucharle. Con un Adviento así, llegará Navidad y nos encontrará preparados. Como Juan y, particularmente, sus discípulos.
Adviento es recordar y preparar la Navidad. Pero, nuestra Navidad no puede ser sólo un recuerdo y una celebración. Tendríamos que ver el modo de actualizar, intensificándola, la presencia de Jesús en la historia, en el mundo, en nosotros. A sabiendas, siempre, de que nosotros en la historia caminamos, peregrinos, hacia un destino distinto y definitivo.
De aquí que la mirada del creyente, en Adviento y Navidad, tenga que dirigirse hacia los lugares humanos, y, en concreto, hacia sí mismo. Desde aquella primera Navidad, ya no hay lugar más santo ni mayor presencia de Dios, que el hombre, su actuación y, particularmente, su fe de seguidor de Jesús.
Esta es la Navidad que queremos preparar para, luego, intensificar, actualizar y seguir presentando al mundo como la mejor noticia y, más que noticia, realidad. Y buscamos hacerlo sin fuegos artificiales, como Jesús, con su sencillez y su fijación por el hombre: este ciego, aquel cojo, un enfermo solo; aquella divorciada con problemas… “Y dichoso el que no se sienta defraudado por mí”.
¿Serán suficientes nuestros “signos” para ser creíbles o tendrán que esperar a otros?