No cabe duda que el amor tiene una fuerza inconmensurable capaz de vencer cualquier obstáculo en la vida del ser humano y llegar a ser fuente de comunión y paz en medio de los demás.
A pesar de las tantas dificultades que la primera comunidad cristiana tuvo que sortear después de la muerte de Cristo (persecución, desprecio, odio, burlas, e incluso la muerte), el amor de los apóstoles y discípulos a Jesús era tan grande y tan fuerte, que era prácticamente imposible poder contener esa fuerza renovadora del Evangelio. Ese mismo amor, el Maestro despertó en cada uno de sus seguidores, así como el sentido de comunidad, de fraternidad, de confianza y de abandono a las manos del Señor. Les hizo crecer en la fe, a tal grado que llegaron a convertirse en instrumentos de la gracia divina a través de los milagros.
Las comunidades escuchaban con atención el mensaje de los discípulos, quienes con pasión y convicción, daban cuenta de aquella experiencia con Jesús, la cual había renovado sus vidas. El testimonio de los apóstoles y los milagros que Dios realizaba por medio de ellos, despertaba la alegría de aquellos que les escuchaban y, aún en medio de la persecución, crecía cada vez más la comunidad cristiana.
A lo largo de estos días de confinamiento domiciliario hemos sido testigos de una enorme cantidad de acciones llenas de solidaridad, responsabilidad, empatía, comunión, entre otras. Se ha despertado en el ser humano la capacidad de mirar al otro con amor, muestra de ello lo es, por ejemplo, nuestra admiración y agradecimiento a todo el personal de salud por los esfuerzos sobrehumanos que realizan en bien de los demás; el esfuerzo de nuestros maestros y alumnos para sacar adelante el proyecto educativo; el empeño y la generosidad de los godínez para seguir laborando a distancia; las acciones de solidaridad para quienes tienen menos; y muchas más actitudes de bonanza que se respiran en estos días.
Hoy, en medio de las dificultades, los problemas, la incertidumbre, la nostalgia, la desesperación que se pudieran presentar, el testimonio de amor y convicción de los apóstoles es un llamado que Dios nos hace para despertar nuestra alegría por todas las buenas obras que vemos y a primerear como cristianos en el amor por los demás. Que nuestro amor por Dios sea la fuente de comunión y de paz en medio de nuestra comunidad, y que nuestra fe nos lleve a ser instrumentos de la gracia divina.