Jesús anunció el Reino de Dios y el tema de la conversión de manera simultánea. Es un anuncio lleno de salvación y felicidad para los hombres. Ciertamente, Cristo no ofrece una definición conceptual sobre el Reino, pero nos desveló su naturaleza a base de parábolas, que son comparaciones tomadas de la vida y de la misma naturaleza. En ellas, el Maestro nos habla de la salvación que para el hombre trae el Reino con imágenes de vida, dinamismo y felicidad que tocan a la persona de manera profunda, porque se centran en los puntos de interés del hombre y la mujer.
Así, la semilla que germina y crece a pesar de las adversidades, el perdón de una gran deuda, el tesoro que se encuentra en el campo, la perla preciosa, la vuelta del hijo pródigo, el banquete de bodas, la oveja y el dracma recuperadas, etc. Todas estas imágenes manifiestan la desbordante alegría del hombre por la salvación que Dios le ofrece, concretada en la pertenencia al Reino.
Si de verdad hemos entrado en el Reino de Dios, necesariamente debemos irradiar alegría, testimoniar esperanza y contagiar optimismo, como lo hizo Jesús, pues el Reino es fermento de fraternidad y solidaridad en las relaciones humanas.
Para nuestra reflexión y oración personal te invito a preguntarte lo siguiente: ¿Cómo y dónde recibo la semilla del Reino? ¿Dejamos actuar a esa semilla de modo que de fruto? La gracia es Don de Dios, pero el hombre, con su buena disposición debe colaborar para dar mucho y buen fruto. Abramos nuestro corazón a la Palabra y pidamos al Espíritu Santo que actúe en nosotros para volverla vida y así poder dar el ciento por uno.
