La levadura en la vida cotidiana tiene una función muy particular, sobre todo al utilizarla en los alimentos. Jesús nos advierte cuidarnos de esa levadura, sobre todo la de los fariseos y de la de Herodes, que no nos deja contemplar las maravillas que Jesús va haciendo en lo ordinario de nuestra vida. Los fariseos y Herodes sabían del obrar de Jesús, de sus maravillas en medio del pueblo, pero gracias a su soberbia y falta de humildad, no querían reconocerlo.
En el evangelio escuchamos el milagro que hace Jesús, con la multiplicación de los panes, gracias a que sabe la necesidad y el deseo de esas personas. Pidamos al Señor la gracia de ver siempre sus maravillas, y que la levadura de nuestra soberbia no sea el primer impedimento.