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¿QUÉ VIENE? · SENSIBLE

Sean Osmin Hamud Ruiz · Egresado de Maestría en Fiscal

¿Qué nos civiliza?

Algunos elementos que nos definen como especie provienen de profundas y prolongadas investigaciones científicas que han intentado responder esta pregunta. Desde aquel momento en que nos erguimos y, al levantar la vista, se amplió el horizonte, nuestra forma de caminar —y de entender el mundo— cambió. Es evidente que, a partir de ahí, nuestra perspectiva como especie también lo hizo.

Hay quienes sostienen que el punto de inflexión fue el desarrollo de las primeras formas de comunicación, surgidas a través de señas y sonidos. Comenzamos a construir ideas propias y a compartirlas, enriqueciéndolas con la visión de los otros. También se ha documentado que el fuego —y, con él, la costumbre de cocinar— estimuló áreas del cerebro que respondían a sabores combinados con aromas, lo cual nos llevó a un cambio radical en nuestro comportamiento, tanto individual como social.

Las pinturas rupestres representan el vestigio más antiguo que hemos descubierto de una necesidad profunda y espontánea de plasmar nuestra interpretación del entorno mediante una expresión destinada a perdurar y a ser vista por otros. Una forma rudimentaria de arte, cuya finalidad no era práctica, ya que no resolvía problemas inmediatos de supervivencia o seguridad.

Si intentáramos resumir todo lo anterior en un solo concepto, quizás la palabra más adecuada sería escultura. No resulta difícil suponer que la semilla de la civilización brota del desarrollo cultural.

Creo que, si no es toda la columna vertebral de una sociedad armónica, al menos representa sus vértebras cervicales. La creatividad, el ingenio, el desarrollo del lenguaje y las múltiples formas en que lo hemos expresado —las artes, las costumbres, las tradiciones que se han arraigado— configuran esta noción: no es posible concebir la civilización sin la cultura.

Por eso, resulta profundamente triste observar qué se hace —y cómo se hace— desde nuestro gobierno estatal en este ámbito. Podría alegarse ignorancia, desfachatez, falta de recursos financieros o incluso apatía. Sin embargo, todo ello podría superarse con algo tan sencillo como voluntad, trabajo y, sobre todo, con algo que no cuesta nada: ser sensibles.

 

MICROCUENTO

Hay quien dice que es valor. Otros alegan indiferencia. No falta la crítica y hasta el regaño. Pero mi indómito espíritu hasta hoy me sigue dominando. Día a día continúo preparando sin distingo y con arrojo todo tipo de ropa en la lavadora.

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