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Posmodernidad y saberes

Mtro. Luis Eduardo Ayala Salazar · Egresado de la Maestría en Educación, UNIVA La Piedad 

La posmodernidad es definida como “un estado de pensamiento” (Lyotard, 1992), un estado que ha puesto en tela de juicio cualquier concepto que se le ha presentado ya sea desde la postura científica, hasta la filosófica y religiosa. Un estado que ha terminado por negar la totalidad del saber que se había acumulado hasta este período de la humanidad.  

La consistencia de este terreno del saber es fangoso debido a que ha sumergido a las grandes narrativas que orientaban al ser humano, las ha sepultado entre el lodo que solamente piensa en el presente. Es complicado el moverse en esta superficie para algunas ramas del conocimiento humano que habían sido fundamentales para la construcción de la cultura1.   

No obstante, un campo de la humanidad ha aprovechado el estado del terreno del saber, moldeándolo y reconfigurándolo; el mercado.  

En la posmodernidad el mercado ha sido el que ha logrado afianzarse en este estrato inestable, ha cambiado la forma de pensar el mundo, de entender la realidad y del sujeto a sí mismo. Actualmente, no existe cosa alguna donde el mercado no tenga puesta su mirada; el cuerpo, el arte y hasta las vivencias tienen valor económico, ya no solamente se paga por el producto también se cobra por la experiencia que se pueda tener, transformando a la experiencia misma en un producto, no tangible, pero producto a final de cuentas. 

Esta conversión de lo no tangible a producto, no solamente ocurre con las experiencias, sino también con la música, el tiempo, el bienestar (entre otras cosas) y el saber qué es lo que concierne a este escrito. 

El saber posmoderno ya no es fin en sí mismo encaminado para mejorar la vida del ser humano como en la antigua Grecia, pues, ya no existe un ethos deseable para todos, pues ahora el mercado marca cuáles son las formas de vida más deseables desde una postura de individualismo y consumo, tampoco es un saber para el desarrollo de la humanidad, ya que ésta mirada trajo como consecuencia las grandes tragedias del siglo XX.  

Entonces ¿Por qué se dice que el saber es fangoso (como terreno) en la posmodernidad? 

La consistencia del suelo del saber posmoderno pierde su firmeza debido a que deja de ser fin en sí mismo y se mercantiliza, el saber es un producto más que puede ser comercializado, utilizado y posteriormente desechado o en palabras de Lyotard: 

El saber es y será producido para ser vendido, y es y será consumido para ser valorado en una nueva producción: en los dos casos, para ser cambiado. Deja de ser en sí mismo su propio fin, pierde su «valor de uso» …  

Se sabe que el saber se ha convertido en la principal fuerza de producción. (Lyotard, 1991) 

Pero para poder ser mercantilizado, el saber debe ser reducido a unidades de información, unidades de información prácticas, preparadas para fines específicos y pragmáticos. El saber en la posmodernidad ya no forma, funciona y, por tanto, puede entrar en la dinámica de mercado. El lenguaje incluso cambia, debiendo ser actualizada la frase “generación de conocimiento” por “producción de conocimiento”. 

En lugar de ser difundidos en virtud de su valor «formativo» o de su importancia política (administrativa, diplomática, militar), puede imaginarse que los conocimientos sean puestos en circulación según las mismas redes que la moneda, y que la separación pertinente a ellos deje de ser saber/ignorancia para convertirse, como para la moneda en «conocimientos de pago / conocimientos de inversión» (pág. 7). 

El saber es ahora valorado por su pragmatismo, por su facilidad para ser transformado en unidades informáticas, todo aquel saber que no pueda ser procesado de esta manera es considerado “inútil” pues no conlleva un beneficio tangible y, por tanto, desechado. 

Lo anterior ha favorecido a la crisis de las humanidades en la actualidad y no es extraño encontrar noticias de países que intentan suprimir estas materias de su currículo educativo, pues el grado de dificultad para transformar materias como la filosofía, la historia o la antropología es sumamente elevado. 

En este marco es donde se comenta la cuestión de la educación, pues el terreno del saber por el que se mueve en la posmodernidad es inestable, diluido y se encuentra en una situación comprometedora, ya que o se inserta en la mercantilización para producir saberes y sujetos productivos y consumistas o forma sujetos críticos, reflexivos, que piensen el pasado, el presente y el futuro del ethos humano y su transformación. 

Desafortunadamente, la balanza parece inclinarse a la primera premisa, pues la sociedad en su profunda inmediatez, se transforme en líquida: 

La sociedad “moderna líquida” es aquella en que las condiciones de actuación de sus miembros cambian antes de que las formas de actuar se consoliden en unos hábitos y en una rutina determinada. La liquidez de la vida y de la sociedad se alimentan y se refuerzan mutuamente. La vida líquida, como la sociedad moderna líquida, no puede mantener su forma ni su rumbo durante mucho tiempo (Bauman, 2015). 

Con estas palabras de Bauman cabe preguntarse entonces ¿Hacia dónde tiene que conducir la educación al ser humano?, ¿De qué manera lo puede hacer en un terreno fangoso y en una sociedad líquida?, ¿Qué tipos de sujetos está construyendo la educación posmoderna? ¿Cómo configurar una educación que tiende a lo tecnológico e informativo y, por tanto, inmediato y a una sociedad relativizada que niega los grandes principios humanos, que se entrega al consumo y al individualismo? ¿Cómo regresar al sentido educativo de formación de sujetos críticos, cultivados que busquen nuevos senderos? 

 1- Cultura occidental  

Fuentes 

Bauman, Z. (2015). Vida líquida. (A. Santos Mosquera, Trad.) Ciudad de México: booket. 

Lyotard, J.-F. (1991). La condición posmoderna. Informe sobre el saber. (M. Antolín Rato, Trad.) Madrid: R.E.I. 

Lyotard, J.-F. (1992). Qué es lo posmoderno. Zona Erógena (12), 1-10. 

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