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Pensándolo bien · Más guerras ¿más dinero?

Pbro. Lic. Armando González Escoto ∙ Dirección de Publicaciones, Sistema UNIVA

Trescientos mil millones de dólares ha costado hasta este momento la guerra en Ucrania, sin contar el gasto ruso. Cuando leemos estos datos podemos pensar que ese es el costo total, pero no es así, la cifra se refiere sólo al gasto en armas, parques y salarios en los años que la guerra lleva, hay otros aspectos que no siempre se analizan.

Un país en guerra pierde inevitablemente productividad, los daños en su infraestructura urbana, en sus comunicaciones, en su planta productiva física, deben sumarse al coste final, igualmente el efecto de la inflación que ante un escenario semejante eleva los precios de todo. Si el país involucrado obtenía ingresos importantes desde la industria del turismo, es obvio que ésta se desploma, como se desequilibra también su balanza comercial.

En lo que mira al desarrollo del país el perjuicio es mucho mayor que el ocasionado por una pandemia, sectores como el de la investigación, la salud, la educación, sufren un impacto del que tardarán años en recuperarse.

Adicionalmente, las guerras de hoy pueden resultar mucho más caras que las del pasado. Un soldado ruso de alto rango gana aproximadamente cinco mil dólares mensuales, un misil oscila entre un millón y medio de dólares y tres millones, los drones empleados en la guerra andan costando veinte mil dólares cada uno, los obuses pasaron de dos mil a tres mil dólares dada la demanda, ahora preguntémonos lo que andarán costando los equipos de alta tecnología y toda la parafernalia necesaria para el lanzamiento de misiles, drones, obuses y lo que se quiera, más las eufemistas cúpulas de hierro.

Cuando uno ve en los medios eso que semeja pirotecnia de una noche patria, con múltiples fulgores rayonando el cielo de pueblos y ciudades, con drones y contradrones, misiles y contramisiles, y lo traduce a dinero, la suma es increíble.

¿Y el costo humano? El costo de vivir en países bajo un asedio constante, el costo de vivir permanentemente en la inseguridad, la impotencia de la sociedad para frenar este descalabro, la incertidumbre de futuro que

desalienta el matrimonio y la procreación, la angustia de quienes deben proteger a sus hijos o haberlos visto crecer para que se los lleven a la guerra.

Y a pesar de todo, a pesar de los miles de muertos que la guerra de Ucrania ha producido, siempre hay alguien que está ganando, y no es necesariamente Rusia, como tampoco es Israel quien gana comprándole a Estados Unidos su guerra con Irán, país al que le niegan su derecho a tener armas nucleares; en todo caso, si Irán no tiene ese derecho, no debiera tenerlo ninguna otra nación, comenzando por Pakistán que a la fecha posee más de cien cabezas nucleares.

Hoy día nadie creerá, a menos que sea realmente muy ingenuo o desconocedor de la realidad, que lo que está en juego, en cualquiera de estas guerras corporativas, sean ideales humanistas o democráticos, lucha por los derechos humanos o la heroica defensa de las libertades, de la justicia o la igualdad, nunca como en el momento presente, lo único que parece importar es la ganancia económica y el poder absoluto que para garantizarla se persigue. Hacer grande a Norteamérica otra vez, está haciendo de este país, una vez más, un promotor de violencia mundial al que nadie puede controlar.

Cuando el liderazgo deja de ser expresión de la voluntad social, la sociedad se convierte en rehén del poder político, se convierte en esa fábrica de humanos cuyos dueños la explotan y hostilizan bajo la sombra de las más torpes ideologías.

Armando González Escoto

armando.gon@univa.mx

Publicado en El Informador del domingo 29 de junio de 2025.

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