
Pbro. Lic. Armando González Escoto ∙ Dirección de Publicaciones, Sistema UNIVA
Es extraño que en el tema del narcotráfico se hable de todo, menos de los efectos que el consumo de enervantes tiene para la persona, la familia, y la sociedad, efectos sanitarios, laborales, comunitarios y económicos.
El consumo supone un costo, no sólo el que se paga por cada dosis, también el de los procesos de rehabilitación, y la mengua para las familias que lo pagan o que dejan de percibir un ingreso porque el adicto perdido no es productivo, o para la sociedad que sufre el robo de sus bienes porque muchos adictos sólo tienen ese camino para seguirse drogando, o lo que el sector salud deba sufragar en este círculo.
El otro costo es el combate al narcotráfico, y no sé cuál costo sea mayor, pero lo que gasta el estado en esta lucha es ya fenomenal, y procede de nuestros impuestos, de tal manera que, si juntamos todo lo que se eroga en torno a este fenómeno, sea desde el sector privado que, desde el público, las sumas deben ser colosales, sin hablar del costo humano y laboral.
Hasta el más ingenuo deducirá que a fin de cuentas el negocio es extraordinario en términos superlativos, que son muchos los que ganan, pero muchísimos más los que pierden, incluida la vida, ¿cuál es pues el camino de salida?
El expresidente de Uruguay, recientemente fallecido, José Mujica, expresó en innumerables ocasiones que la solución rápida y efectiva al problema del narcotráfico consiste en quitarles el mercado de la producción, trasiego y consumo, pero esta solución nadie la quiere.
Asusta a las organizaciones religiosas, asusta a la misma sociedad, pero sobre todo asusta a los cárteles, y debemos sospechar que ellos tienen sus propios recursos para moverse en los congresos y en otros ámbitos, para conseguir adhesiones a su postura, manejando incluso las mejores y más profundas y morales razones, para ocultar que la legalización de las drogas podría poner punto final a su extraordinario negocio. No habría precio que no pagaran para impedir que esto suceda; si hasta la Coca Cola es capaz de ofrecer
cualquier suma con tal de seguir vendiendo su producto, cuantimás los cárteles y sus beneficiarios.
La prohibición, además, no sólo genera grandes riquezas a los dueños del mercado, sino que favorece el consumo desde el momento en que está prohibido. Por la prohibición, los precios de las drogas escapan a toda regulación lo mismo que la calidad de su producto. El consumo oculto impide advertir el nivel de la demanda, o la atención sanitaria a sus consumidores y su mismo control, la masa de trabajadores que gira en torno ofrece sus servicios en condiciones libres, y el fisco no obtiene el menor ingreso por una actividad considerada ilícita pero que produce ganancias multimillonarias, es pues el negocio perfecto, no paga impuestos, no paga prestaciones, no tiene responsabilidades por los efectos de su producto, ni se hace cargo de los muertos, por supuesto que los cárteles no estarían de acuerdo en una legalización que les quitara un mercado tan suculento.
Hay otro asunto no menos grave, si el consumo de enervantes se legalizara, no sería necesario mantener toda esa plataforma de pervertidores que opera en todas partes para inducir el hábito, sobre todo en las escuelas primarias y secundarias públicas, sin que se escapen las privadas.
Todo cuanto hoy gasta el gobierno en reprimir el narcotráfico, se gastaría entonces en prevenir el consumo y rehabilitar a quienes lo necesiten. Recordemos que, para el presente año, el presupuesto nacional para seguridad es de 65,497. 058,794 pesos.
Armando González Escoto
armando.gon@univa.mx
Publicado en El Informador del domingo 1 de junio de 2025.