
Omar Farfan – Conductor de Voces Unidas a María» Radio María»
Ya en estos tiempos, en los que todo mundo habla de oscuridad o de que nos encontramos en un momento oscuro de la humanidad, puede resonar aquella frase de un santo mexicano, san José Sánchez del Río: Nunca ha sido tan fácil ganar el cielo. Y es que, entre tanta oscuridad, es cuando puede brillar más la luz.
Hoy más que nunca podemos ser la luz del mundo. ¿Quién no ha escuchado lo siguiente?: “Estaba casi por morir y este doctor lo salvó y sanó con el tratamiento que le administró”; o también: “Él ya estaba por tener una sentencia muy larga en la cárcel, cuando el abogado que tomó su asunto logró sacarlo de forma anticipada”; o incluso: “Tenía que pagar muchos impuestos y no era justo, hasta que el contador me ayudó y pude obtener a mi favor un saldo”. Entonces, con todo esto, mejor que nunca podemos ser esa sal del mundo, la que puede devolverle el sabor a la vida: al enfermo moribundo, al que se encontraba en la cárcel, al que busca la justicia.
Al acercarse la Navidad, la venida de Jesús a la humanidad, estamos más comprometidos a ser mejores: mejores hijos, mejores padres, mejores ciudadanos, pero también mejores servidores, ahí donde tenemos el don del servicio: en la escuela, en la oficina, en el taller, en la tienda, en la obra civil. En cualquier lugar encontramos esta posibilidad y estas palabras presentes: Nunca ha sido más fácil ganarse el cielo.
En el silencio, en la oscuridad, es donde se puede escuchar y se puede contemplar con mayor claridad la luz. Así que ahora que es tan común extorsionar, humillar, denostar o arruinar la vida de los demás, es entonces más fácil ser honrado, ser un buen ciudadano, ser un buen profesionista, ser un buen comerciante, ser un buen sacerdote, ser un buen religioso, ser un buen servidor público.
Seamos, pues, la respuesta de muchas oraciones y convirtámonos en la encarnación del Salvador: para los niños, para los jóvenes, para los adultos, para los ancianos y para todos aquellos que necesitan de esa luz. Porque no hay nadie más que nosotros, que aceptamos ese compromiso. Seamos como los servidores públicos que escucharon el susurro del rey David: ¡Quién me diera de beber agua del pozo de Belén!, y no porque David los haya enviado, sino porque ellos sintieron el compromiso y el deseo de ser los mejores y de servir.
Este es el mejor momento y, como dice el pregón pascual: Esta es la noche…