Skip to main content

Las desventuras de la utopía y las aventuras de la distopía

Jesús Alejandro Rodríguez Vázquez · Licenciado en Filosofía 

Uno de los componentes que sustentan al romanticismo, que actualmente sobrevive en la sociedad, es la actitud del héroe. En Las desventuras del joven Werther, Goethe ubica los orígenes del romanticismo, reflejado en el personaje principal, en La Odisea de Homero. Al comienzo, Werther se presenta ingenioso, como Odiseo, mientras vive sus aventuras fuera del ambiente citadino. Describe aspectos del arte, de la política, de la sociedad teniendo como musa inagotable la belleza que inunda su corazón. Después, leemos cómo Werther deja el ingenio heroico de Odiseo, y lo cambia por una actitud más cercana a los poemas de Ossian, el poeta irlandés; leemos cómo transita de héroe a héroe trágico, de la aventura a la desventura. Establece de cierta forma, alejada de la concepción Homérica de La Odisea, que si no se es trágico entonces no se es héroe, que no hay trascendencia sin tragedia.

En otra lectura, Saramago sugiere, en las Intermitencias de la muerte, que la filosofía se puede historizar como el diálogo entre pesimistas y optimistas1. Esta es una novelización de la filosofía que, sin embargo, deja un resabio crítico. Es el paso de la ironía romántica a la ironía dialéctica, la que nos permite entender que, si bien en las novelas de aventura se narran situaciones imposibles, en las novelas psicológicas, en las tragedias y dramas, se presentan personajes imposibles. Nos permite entender por qué en este siglo se prefiere leer sobre distopías que sobre utopías.

El pesimismo no es equivalente a la realidad, tampoco está más cercano a ella. Es meramente una actitud, como lo es el optimismo. Así como el culto a la belleza o la felicidad deviene en tiranía del tirano, ya que se sofoca la libertad, así el realismo desprecia tarde o temprano la otredad y la alternancia. Se prefiere la desventura que la aventura, la distopía a la utopía con la idea de que nos explican mejor al ser en situación.

La libertad es un valor utópico, se vive quizá ignorando felizmente las determinaciones, muy a lo Spinoza, que nos forman, pero no es un valor del futuro. La libertad se vive en el presente, como un medio y un fin, no absoluto. Es la fuerza de la existencia que se manifiesta ante la fuerza de las cosas. Si bien la esperanza no nos pertenece, la libertad sí.

 

Saramago, José. Las intermitencias de la muerte.2005. Página 20. Editorial Alfaguara

Comunicación Sistema UNIVA

Author Comunicación Sistema UNIVA

More posts by Comunicación Sistema UNIVA