
Yara Bañales · Coordinadora de Pastoral
En la actualidad, los jóvenes se enfrentan a una serie de situaciones desafiantes. Algunas pueden ser interesantes, estar llenas de alegrías, risas y un poco de locura; otras, en cambio, pueden resultar tristes, abrumadoras, confusas o exasperantes. La vida y sus contextos, al igual que las personas, tienden a ser cambiantes: evolucionamos todo el tiempo, exploramos sensaciones nuevas, de manera consciente e inconsciente. Sin embargo, en cada una de esas etapas, siempre nos encontramos acompañados, ya sea por familiares, conocidos, compañeros o por aquellos a quienes podemos llamar “amigos”.
El concepto de amistad abarca mucho más que la simple presencia de una persona en tu vida. Su significado va más allá: implica el acompañamiento de alguien especial o significativo en los momentos importantes y en los retos que enfrentamos. Los amigos, al igual que nuestros seres queridos, deben ser camaleónicos, es decir, capaces de adaptarse a lo que necesitamos en cada etapa. Esto no significa que deban solapar nuestros caprichos o facilitarnos todo, quitándonos la oportunidad de lograrlo por nuestros propios méritos. En ocasiones, deberán ser feroces y protectores; en otras, tranquilos y comprensivos. Pueden ser consejeros, cómplices, hermanos, corregir nuestros errores y ayudarnos a ser mejores versiones de nosotros mismos. No obstante, es fundamental recordar que el comportamiento debe ser recíproco: también nosotros debemos actuar así hacia ellos.
En 2014, el papa Francisco expresó una frase muy significativa: “Es importante tener amigos en quien poder confiar. Pero es esencial tener confianza en el Señor Dios, que nunca falla…”. Esta reflexión nos invita a reconocer la importancia de los amigos en nuestra vida, sin olvidar la presencia de Dios como el amigo fiel que siempre permanece.
El papa Francisco también ha hablado sobre las características que debe tener una verdadera amistad, y cómo debemos comportarnos como amigos. Una de las cualidades más importantes es la confianza: un amigo debe conocer tus secretos y ser fiel a esa confianza. “Es importante la paciencia para forjar una buena amistad entre dos personas. Mucho tiempo de hablar, de estar juntos, de conocerse. Ahí se forja una amistad…”, señala.
Otra característica esencial es la lealtad: “Cuando uno quiere a alguien, está a su lado, lo cuida, ayuda, le dice lo que piensa, sí, pero no lo deja tirado. Así es Jesús con nosotros, nunca nos deja tirados”. Este pensamiento refuerza que un verdadero amigo no te abandona, sin importar la situación, el lugar o las personas.
Hoy en día, los jóvenes enfrentan diversas problemáticas derivadas del contexto en el que vivimos: ansiedad, estrés, inseguridad, trastornos físicos y mentales. Para superar estas situaciones, es fundamental contar con la compañía de Dios, la familia y los amigos; su apoyo y fortaleza pueden marcar la diferencia.
“Un buen amigo siempre te defiende, te alienta y te apoya. Por eso, felices son los que saben ponerse en el lugar del otro, los que tienen la capacidad de abrazar, de perdonar. Felices aquellos que son capaces de ayudar a otros en su error, en sus equivocaciones…”, señala también el papa Francisco.
La amistad no es un juego: debe ser real, auténtica. Es un lazo que nos impulsa a ser mejores personas, a buscar y ofrecer el bien, tal como lo indica el mandamiento nuevo de Dios: “Ámense los unos a los otros como yo los he amado”. Si todos lográsemos vivir en armonía y en paz con quienes nos rodean, podríamos extender ese amor y comprensión a otros, transformando así nuestro entorno y, poco a poco, el mundo entero.