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La ceremonia de inauguración olímpica y el choque entre la vanguardia progresista y la resistencia tradicionalista

Dr. Fabián Acosta Rico · Docente Investigador, UNIVA Guadalajara 

¿Reconocemos como seres humanos, en nuestra calidad de homo-religioso, un ritual y lo podemos perfectamente diferenciar de una performance? ¿Qué vimos en la ceremonia de apertura de las Olimpiadas, Francia 2024? ¿Acaso fue un montaje artístico acorde con la narrativa progresista de la diversidad, la inclusión y la tolerancia? ¿O fue acaso un ritual con hierofantes postmodernos todo cargado de una pagana o anticristiana simbología? Si damos por bueno el subjetivismo y su postura de que es la perspectiva y la impronta del observador la que reviste de valor al objeto; algo es bello, útil o bueno porque mi parecer así lo dicta. 

Si nos quedamos con esta postura filosófica, entonces, de los millones de espectadores que seguimos la ceremonia de apertura de los juegos, el 26 de julio del 2024, cada quien vio, entendió y apreció lo que quiso o pudo desde su universo de ideas, valores y creencias. ¿Fue un performance vanguardista o un ritual pagano, o incluso demoníaco? 

La comunidad de creyentes cristianos, destacando entre ellos los católicos, reconocieron una parodia como muchas otras, de la Última Cena de Leonardo da Vinci, personificada por drag queens y una mujer aureolada de gran talla ocupando el lugar central, el que le corresponde al Cristo consagrante. Así o más blasfemo. Incluso, como ya circula en las redes, no faltaron cristianos integristas o católicos militantes que creen haber descifrado, al estilo del Código Da Vinci, los significados luciferinos de este ritual al que no dudan en calificar de blasfemo. 

En primer lugar, los hombres santos, los apóstoles, los elegidos por el mesías, son sustituidos en este montaje por travestis, drag queens, es decir, por individuos emancipados de las viejas tiranías morales y religiosas; el lugar de Jesús, como ya lo dijimos, es ocupado por una mujer obesa con aureola que viste de azul, como la propia Virgen María. Hay un niño (¿será de las infancias trans?) en el lugar y con la pose de Judas, el traidor. Finalmente, aparece un personaje también azul, el color de la realeza divina, recostado sobre una bandeja adornada con flores. ¿Quién es? Pues precisamente Dionisio, o Baco, el dios griego del vino y los desenfrenos. Para más de algún influencer cristiano, en este ritual “demoníaco” se anatemiza al sacramento de la transustanciación del vino y del pan, que fue instituido precisamente durante la Última Cena. 

Para mentes más liberales y progresistas, estos cruzados modernos, cristeros del nuevo milenio, vieron lo que quisieron ver y su horror junto con sus coléricas descalificaciones sólo denotaron su ignorancia. No fue este performance una alegoría carnavalesca de la obra de Da Vinci; al final, sí fue una recreación de un cuadro, pero de otro pintor, Jan Harmensz van Bijlert, la no tan conocida Fiesta de los dioses, que recrea el pasaje mitológico de las bodas entre los padres del héroe griego, Aquiles, Peleo y Tetis. Si este fuera el caso, entonces la interpretación sería otra, dado que estas nupcias olímpicas son entre una diosa y un mortal, estamos hablando de una unión sagrada que eleva al hombre a las alturas de los inmortales; unión sellada no por el amor mojigato sino por el precedido por el dios de todos los desenfrenos, Dionisio (una divinidad, por cierto, bisexual que lo mismo tuvo amores con Ampelo que con la despechada de Teseo, Ariadna). 

¿Cuál de estas dos interpretaciones será la correcta o quizás, ya vivimos en el reino cultural de las ambigüedades, los relativismos y subjetivismos… ambas son válidas? Recordemos que, en estos tiempos postmodernos, mi perspectiva o valoración como observador es la que le da sentido o significado al objeto en sus múltiples aristas y planos interpretativos. Unos festejan, otros se ofenden. Cada quien tiene la libertad de opinar o criticar. Entre los que critican, la primera que levantó la mano fue la Conferencia Episcopal de Francia, que reprobó el ritual o performance por ser una abierta ofensa a la fe católica: “Pensamos en todos los cristianos de todos los continentes, que se sintieron heridos por el ultraje y la provocación de ciertas escenas”, insistieron los obispos. Varios prominentes de todos los países también declararon su desaprobación al montaje, como el ya famoso por sus posicionamientos derechistas, el primer ministro de Hungría, Viktor Orbán, el que fue secundado por otro polémico estadista, el presidente de Argentina, Javier Milei, quien presenció todo el espectáculo, montado en el río Sena, en un palco VIP, acompañado de su hermana Karina. 

Mientras el gobierno francés salió en defensa del espectáculo y de cómo este hizo suyo en sus montajes y recreaciones los valores de la Francia republicana: libertad, igualdad y fraternidad; la oposición conservadora gala, en voz de una de sus representantes, Marion Marechal, se disculpó con los cristianos del mundo, en un acto casi de desagravio: “A todos los cristianos del mundo que están viendo la ceremonia de París 2024 y se sintieron insultados por esta parodia de drag queens de la Última Cena, sepan que no es Francia la que habla, sino una minoría de izquierda dispuesta a cualquier provocación”. Hasta el magnate Elon Musk también le puso su clavo a esta cruz de las descalificaciones al declarar que el montaje fue: “extremadamente irrespetuoso con los cristianos”. 

En esto de pegarle a la piñata LGTB+ y a sus travesuras artísticas, las fuerzas tradicionalistas hicieron fila, hasta los islámicos pidieron su turno. La institución religiosa egipcia de Al Azhar, referencia obligada en el mundo islámico suní, señaló, el pasado domingo, la falta de respeto a la figura de Cristo durante la apertura de los Juegos Olímpicos. Aclaró que, así como Jesús es el mesías, el Hombre Dios, para los cristianos, para ellos, los casi dos mil millones de islámicos, lo reconocen como uno de sus más importantes profetas y en consecuencia exigen sea respetado. 

La sociedad global lista para disfrutar y aplaudir el performance o ritual de drag queens de los Juegos Olímpicos aún está en ciernes; y ese fue quizás el error de los organizadores, pensar que cuando defienden la diversidad paradójicamente incurren en un exclusivismo al cerrarse solo en esa diversidad que les es cercana o afín. En el arcoíris del mundo no solo pintan las minorías sexuales y socio-culturales, también están presentes las mayorías culturales, las religiosas, incluso las políticas en toda su amplia gama. Lo que sí es que el espectáculo inaugural de los Juegos Olímpicos franceses llamó al ring a las vanguardias progresistas defendiendo el performance, y a las resistencias tradicionalistas denunciando el ritual. 

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