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EL IMPACTO DE LA ÉTICA CRISTIANA EN LA TOMA DE DECISIONES EN EL ÁMBITO PROFESIONAL

Gustavo Silva ·  Profesor de derecho y administración de empresas

Si la ética proviene del griego ethos, que significa “carácter” o “modo de ser”, ésta se centra en la reflexión respecto a las acciones humanas, sus motivos y consecuencias, con el fin de determinar qué acciones son moralmente correctas o incorrectas. Lo anterior se debe a que, al ser una rama de la filosofía, estudia la conducta humana y los principios morales que la regulan, buscando diferenciar entre lo “bueno” y lo “malo”.

En referencia a la ética cristiana, esta establece la práctica del bien y de las buenas obras, tal como lo manda Jesucristo en el Evangelio, sin olvidar que el buen obrar debe estar de manera intrínseca en la persona misma, al haber sido creada a imagen y semejanza de Dios. Por tanto, la persona no debe olvidar que la ética cristiana se basa en la Biblia y en las enseñanzas de Jesucristo.

Elementos que conforman la ética cristiana:

· Su fundamento es la revelación de Dios en las Escrituras.

· Su objetivo es amar a Dios y al prójimo.

· Se compone de la ética de la virtud y la ética deontológica.

· Se aplica en situaciones donde la Biblia no da instrucciones explícitas.

· Sus herramientas son: la Biblia, la razón, la conciencia y la oración.

Ante la interrogante ¿qué caracteriza a la ética cristiana?, la respuesta debe ser:

· Practicar el bien y las buenas obras.

· Enfocarse en la formación del carácter moral.

· Enfatizar el deber.

· Orientar la conducta conforme a las enseñanzas de Jesucristo.

· Guiarse por la revelación de Dios a través de las Escrituras.

· Priorizar el amor, el respeto, la compasión y la generosidad hacia los demás.

Los antecedentes y elementos de la ética cristiana permiten a los profesionistas actuales contar con referentes para tomar decisiones no solo adecuadas, sino también justas, mediante la búsqueda del bien hacia los demás. La ética cristiana puede facilitar la toma de decisiones económicas que estén moral

y espiritualmente fundamentadas, ya que sus principios pueden contribuir a la creación de sistemas económicos más justos y orientados al bien común.

El impacto de la ética cristiana en la sociedad puede ayudar a abordar conflictos sociales como la desigualdad económica, las tensiones raciales y los desafíos ambientales actuales. Siempre será capaz de promover la solidaridad, la compasión y el perdón; para ello, es necesario romper con el individualismo tan marcado en la sociedad contemporánea.

Debemos tener presente que los sistemas sociales actuales y sus formas de funcionamiento llevan a los profesionistas a enfrentarse a disyuntivas éticas sobre el resultado de sus decisiones y sus implicaciones en la vida de otros.

Por citar un ejemplo en el campo económico, vale recordar la teoría de Adam Smith, quien sostenía que los sistemas modernos, amplios y complejos, como el mercado, no resultan de acciones conscientes e intencionales de los agentes económicos, ni de la suma de estas. Tal como lo explica con la famosa imagen de la “mano invisible”, se busca describir los resultados no intencionales de las acciones individuales en el mercado.

Lo anterior lleva a cuestionar si basta con que una persona sea honesta y actúe conforme a valores morales, si el sistema económico actual puede ser calificado como corrupto, perverso y excluyente de los sectores vulnerables. La ética no puede reducirse únicamente a la intención individual; la estructura social debe asumirse también como un espacio éticamente relevante.

El ser humano debe recordar que la ética cristiana no se limita al individuo, sino que impregna todos los aspectos de la vida. Reconocer la presencia del pecado tanto en las organizaciones como en la vida personal permite modificar la actitud hacia la sociedad. La ética cristiana se vuelve sensible al surgimiento del pecado social, cuya percepción afecta la actividad de la persona en su entorno, transformando su papel como ciudadano cristiano: de una obediencia pasiva a una responsabilidad activa.

No se puede descargar la responsabilidad aceptando pasivamente el status quo (el orden tal como es) como si fuera la voluntad de Dios. Frente a la corrupción en las organizaciones, el cristiano es llamado a ser “sal de la tierra” (Mt 5,13), ya que sirve a un orden distinto: el Reino de Cristo, quien juzga al mundo.

Pareciera imposible para el capitalismo cumplir con los dos principios éticos centrales establecidos por el Papa Juan Pablo II en su encíclica Centesimus Annus: el primado del trabajo sobre el capital y el destino universal de los bienes, que fundamenta y limita la propiedad privada. Esto se debe a que el capitalismo, en su lógica estructural, es incapaz de operar bajo tales exigencias éticas, sin importar la buena voluntad del capitalista individual.

Por ello, la noción de culpa se deriva del pensamiento de que la persona falla ya sea por ignorancia, flaqueza o por intención de hacer el mal, colocándola en una

relación de pérdida del sentido de dignidad ética. Adicionalmente, la responsabilidad puede estar o no alineada con la culpa. Está ligada a ella cuando la persona es consciente de su infracción u omisión y asume las consecuencias reprobables. Pero también puede sentirse responsable ante estructuras injustas o de pecado, y verse llamada a luchar por su conversión sin tener que asumir la culpa directa por el funcionamiento de una determinada organización. La responsabilidad implica una actitud o disposición para actuar, que trasciende la mera culpabilidad.

En la actualidad, muchos profesionales enfrentan un mercado laboral en el que es difícil lograr empleos estables o de larga duración, lo que dificulta el desarrollo de una lealtad institucional, dada la fragilidad de los vínculos. Bauman (2007) sostiene que ya no es posible suponer que los estudios profesionales enseñen todo lo necesario para una determinada labor o profesión, pues el ciclo de vida del conocimiento se ha reducido, y tanto el saber como su acceso se han mercantilizado.

Por otro lado, los valores parecen tener hoy el mismo peso relativo. Existe una creciente desconfianza hacia los valores cohesionadores de antaño, dando paso a una infinidad de valores que responden a intereses individuales o deseos momentáneos. Esto impacta directamente en el sentido del trabajo profesional y en la misión de cada disciplina. Se observa que organizaciones transnacionales logran imponer una lógica funcional que perjudica la construcción de un horizonte digno para todos, donde la eficacia y la competitividad se anteponen a la solidaridad y el compromiso.

Conviene recordar que una profesión es un conjunto de competencias y saberes socialmente sancionados, aplicados en actividades públicas con la finalidad de cumplir una función social. A la vez, busca la obtención de ingresos que permitan al profesional satisfacer sus necesidades y las de su familia. Por ello, todo profesional participa —de manera consciente o inconsciente— en la estructuración de la sociedad. Puede contribuir a reproducir una sociedad injusta, o bien, mediante una participación crítica y reflexiva, colaborar en su transformación.

La formación ética profesional debe incluir el desarrollo de una capacidad crítica y autocrítica, indispensables para asumir con responsabilidad el actuar profesional. Todo profesional puede generar un impacto significativo en sus organizaciones y comunidades al encarnar las virtudes cristianas en cada aspecto de su vida.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Adler, A. H. (2003). Elementos significativos de la ética profesional. Reencuentro. Análisis de problemas universitarios, (38), 8-15.

La Biblia. Letra Grande. (1996). Edición cartón en español.

Pieper, J. (2017). LAS VIRTUDES FUNDAMENTALES. Ediciones Rialp, S.A. Madrid, España. ISBN: 978-84-321-4832-3

Smith, A. La riqueza de las naciones, 09 de marzo de 1776.

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