Skip to main content

Cuando se siembra un árbol, se cosechan esperanzas

José Rodolfo Muñoz Reyes · Jefe académico, UNIVA Lagos de Moreno 

La carta encíclica Laudato si, escrita por su Santidad el Papa Francisco en el numeral 12 describe a uno de los santos más emblemáticos de nuestra Iglesia católica: Francisco de Asís, un hombre humilde, quien encontraba a Dios en cada árbol, animal, semilla, agua, nube, pasto, insecto y todo ser creado. El santo de los pobres reconoce la naturaleza como un espléndido libro en el cual Dios nos habla y nos refleja algo de su hermosura y su bondad (Laudato si. No.12)  

 ¿Cómo crecen los árboles? Le preguntó un niño a su padre, quien con ternura le respondió: “para que un árbol crezca debes cuidar que la tierra en la que colocarás la semilla, sea fértil, conjugar el tiempo, el agua y el calor. Ser paciente, cuidadoso y tener esperanza de que nacerá. Los grandes árboles comienzan este viaje de germinación, luchando contra la intemperie, los animales, la humedad y la sequía. Esa lucha no debe ser tan complicada, siempre y cuando las personas aportemos a este crecimiento con nuestro riego, abonó y cuidados continuos, y así se producirá la vida, pero no como un brote de espontaneidad, sino como un milagro de nuestro Creador, quien es el Dios de la vida”. 

 ¿Qué significa sembrar árboles en pleno siglo XXI en donde la tecnología se vuelca sobre las personas e intenta ordenar y programar nuestras vidas? Sembrar uno o millones de árboles sólo significa cuidar nuestra casa, respetar el planeta. Significa agradecer la oportunidad de tener vida, despertar, respirar, gozar de salud de bienestar, y para nosotros, como mexicanos sembrar uno o miles de árboles significa ser promotores de la paz. 

Un árbol es la presencia plena de la vida, ya que nos dan un elemento vital que requerimos para sobrevivir: el oxígeno, el cual inhalamos (en ocasiones) sin darnos cuenta y otras es nuestro único escaparate ante el estrés, ya que respirando profundamente regulamos nuestro nivel de cortisol. Los árboles desde los tiempos más antiguos nos han dado mucho de lo que tenemos, además de lo ya mencionado, nos aportan sombra, lo cual genera una temperatura agradable, librándonos de una insolación, generan espacios armoniosos para disfrutar en familia, con los amigos o de manera individual un momento agradable, nos han ofrecido madera para construir nuestros muebles y casas. Un árbol crece lentamente, tanto que ni se nota que está creciendo, al paso del tiempo, cuando menos lo esperas, te das cuenta que ese pequeño arbusto es ahora un árbol de tamaño respetable, aún no se anidan las aves, pero ya goza de fuerza y vigor, ya es capaz de sostener a alguna persona en sus ramas, y así al paso de los años, percibes que ya tiene nidos, es además de un árbol, el hogar de aves e insectos que lo habitan, se ha transformado con tiempo y paciencia en un gran árbol. 

Por todo ello, es importante sembrar árboles, cuidarlos y seguir reproduciendo sus semillas, nunca habrá suficientes en nuestro planeta, siempre seguiremos necesitando de muchos más, anclados en la tierra por medio de sus raíces, regalándonos un bello tronco lleno de grietas finamente decoradas y fortalecido con ramas e infinidad de hojas. Sembramos porque amamos la tierra, porque nos gusta ver brotar la vida, porque con la vida que florece se percibe la presencia sagrada de Dios. 

Quien ha tenido la dicha de sembrar un árbol experimentó la sensación paulatina de la espera paciente, los árboles como gigantes indómitos nos regalan una de las sensaciones más preciosas de nuestra existencia: el silencio, en el cual podemos encontrar a Dios y nos podemos encontrar con nosotros mismos.  

Comunicación Sistema UNIVA

Author Comunicación Sistema UNIVA

More posts by Comunicación Sistema UNIVA