Sean Osmin Hamud Ruiz · Egresado de Maestría en Fiscal
Durante un par de días, millones de ojos se mantuvieron fijos, atentos, en una chimenea relativamente pequeña.
Y no fueron solo unos cuantos curiosos: miradas de todo el orbe se concentraron ahí. Centenares de miles estaban en trance de fe; otras, motivadas por el interés político; algunas más, por un morboso afán, alimentado por la manoseada predicción de Nostradamus que siempre promete fatalidad.
Más allá de filias o fobias, lo cierto es que la emoción y la expectativa eran innegables.
Y cuando resonó el tradicional “Habemus Papam”, apareció un visiblemente conmovido Robert Prevost.
Su nacionalidad de origen generó cierta suspicacia; sin embargo, el hecho de haberse registrado como peruano abre una ventana de esperanza.
Una crítica constante hacia la oligarquía eclesiástica ha sido su lejanía con la gente común, la distancia entre la pobreza cotidiana de muchos y la opulencia de unos pocos.
León XIV, con su biografía, su trabajo y su pensamiento, parece dispuesto a continuar y consolidar el camino que trazó el apostolado de Francisco I.
Un camino enfocado en los pobres, los migrantes, y todos aquellos desamparados y vulnerables.
Una ruta que —más que los excesos del pasado marcados por la acumulación de poder y riquezas mundanas— busca reflejar de manera más clara y coherente las enseñanzas atribuidas a Cristo.
Ojalá así sea.
Porque más allá de dogmas, más allá de corrientes filosóficas o ideologías políticas, si algo urge en esta aldea global es reconstruir el tejido social desde valores esenciales: empatía, solidaridad, compasión, generosidad, bondad. Una labor que, al menos en esta primera impresión, el nuevo Papa parece dispuesto a asumir como prioridad. Albricias.
MICROCUENTO
Cruzamiento de miradas, exaltación de los ánimos. Ese impulso primitivo de lucha nace en el estómago, motiva el flujo de adrenalina en el cuerpo. Y en el instante justo antes de actuar, pues nada, no me dejaron ni activar el claxon…
