
José Carlos García Alvarez · Coordinador Académico de Ciencias Comerciales
Caleidoscopio: artefacto que permite observar un sinfín de vistas, ninguna correcta o incorrecta, apenas, diferentes
Ante las constantes amenazas del presidente de los Estados Unidos de América sobre la imposición de aranceles generalizados y recíprocos a todos los países con los que mantiene relaciones comerciales, podemos analizar diversas aristas. La primera de ellas es que, en efecto, esto no se trata únicamente de una guerra comercial. Va más allá. Trump no solo habla de economía, sino de seguridad nacional, narcotráfico, supuesta complicidad del gobierno mexicano en distintos niveles, tráfico de drogas, aumento de delincuentes en su país, entre otros temas. ¿Alguien se atreve a desmentirlo? ¿Alguien puede argumentar lo contrario?
Los habitantes del centro-occidente y del Bajío, difícilmente. La calma en estas regiones del país se perdió, y se perdió hace ya bastante tiempo. Transitar por las carreteras se ha vuelto un acto de valentía: asaltos a plena luz del día, enfrentamientos en vías principales, proliferación de delitos a la vista de todos, negocios ilegales de máquinas tragamonedas operando sin discreción, y muchos otros problemas que podríamos enumerar.
Si bien es cierto que cerca del 70% del comercio internacional de México es con Estados Unidos, no podemos pasar por alto que gran parte de ese comercio lo representan empresas estadounidenses establecidas en nuestro país. Otro sector severamente afectado es el agrícola, no porque no sepamos producir —lo hacemos y lo hacemos bien—, sino porque el cobro de piso se ha vuelto cotidiano, la extorsión ha provocado el cierre de negocios y la inseguridad ha obligado a muchos a bajar la cortina. Y, aun así, las estadísticas aseguran que vamos mejorando…
Las mismas estadísticas que reportan una disminución en el delito de homicidio doloso y que se celebran a nivel nacional como logros. Pero, ¿qué pasa con las cifras de personas desaparecidas? Estas siguen en aumento, y es preocupante. Quizá quienes ingresan a esa estadística no llegarán ni a la lista de localizados ni a la de fallecidos. Quedarán ahí, simplemente: desaparecidos. Y si no aparecen, no hay delito que perseguir.
La calma se perdió. Los conflictos se volvieron parte de lo cotidiano. La gente trabajadora —que somos mayoría frente a quienes hacen el mal— sigue luchando por salir adelante. Pero el miedo es constante. La desconfianza al transitar calles y carreteras afectará inevitablemente a quienes viven del turismo. Las ciudades que dependen de él enfrentarán temporadas difíciles. Incluso mandar a los hijos a la escuela se ha convertido en una decisión complicada. Ante todo, esto, ¿alguien recuerda los aranceles? ¿Son la prioridad? O, como dice Trump, ¿primero deberíamos resolver nuestros problemas internos? Promover la paz social, atender los conflictos desde la raíz, eliminar la complicidad, dejar de proponer leyes sin sentido y legislar lo verdaderamente importante.
¿Qué le queda a México? ¿Cómo salir adelante? Sin duda, la estrategia de “abrazos” no funcionó. La debilitación de las estructuras institucionales causó un gran daño. Y en la estrategia de los “balazos”, con frecuencia el crimen organizado nos supera. Con esto no quiero decir que antes todo estaba bien. No, ni cerca. Pero el miedo que hoy se respira no lo había sentido en mucho tiempo. Tampoco la indiferencia. Es difícil ver a nuestra clase política desgarrarse las vestiduras por la tauromaquia en la Ciudad de México (que tampoco comparto), o por la interrupción del embarazo en Michoacán (cuando antes debería hablarse de prevención y planificación). Bien podrían estar debatiendo sobre temas de interés nacional: seguridad, combate a la delincuencia —que está más organizada que ellos—, educación, empleo, salud… y la lista sigue.
Los programas sociales, que han sido bandera en los últimos años, dejan mucho que desear. Parece que todos merecemos uno, y hay una fila en la que todos podemos encajar. Qué bueno sería no necesitarlos. Qué bueno sería que las estadísticas hablaran de quienes dejaron de requerirlos porque hoy tienen una fuente digna de ingresos. Que en los hospitales hubiera medicamentos y doctores. Que pudiéramos salir de vacaciones sin miedo. Que los niños jugaran tranquilos en la calle, como antes.
Qué tiempos aquellos en los que los estudiantes universitarios no se preocupaban por el horario de salida, por la hora segura para volver a casa. Qué días en los que los pequeños negocios podían cerrar tarde sin miedo. En los que existían contrapesos reales, capaces de opinar diferente, de proponer, de discutir. Hoy eso ya no ocurre. Hoy vemos y vivimos las consecuencias de lo votado. Porque la “mayoría”, así lo quiso.
Desde el punto de vista comercial, México es competitivo. Proveemos insumos, materias primas y productos terminados de calidad. Tenemos una posición geográfica privilegiada. Somos líderes mundiales en la producción de varios productos. Somos un socio confiable. Buscamos minimizar los daños colaterales. Nos salvamos de los aranceles gracias al T-MEC. Nuestra presidenta asegura que no debemos temer a represalias arancelarias porque nosotros no cobramos. Y sí, quizá los aranceles son lo de menos… si a todo lo anterior le sumáramos seguridad, paz social, desarrollo y oportunidades laborales.