
Jesús Adrian Valdes Vargas · Alumni y Centro de Empleabilidad UNIVA Zamora
La paz no es ausencia de ruido, sino el equilibrio en medio del estruendo. No es solo un lujo lejano dentro de la sociedad, sino una decisión urgente en la que debemos tomar una acción. En un mundo que avanza desenfrenado, donde la velocidad es la norma y la competencia la consigna, la paz se convierte en un acto de resistencia, en un refugio consciente donde la mente y el corazón encuentran armonía. En la introspección y la calma, el silencio nos habla a través de la reflexión, la empatía y la comprensión.
¿Cuántas veces hemos confundido la paz con la pasividad? Nos han hecho creer que estar en paz es sinónimo de inmovilidad, de ceder ante el caos sin cuestionarlo. Pero la paz verdadera es un estado de fortaleza; no es renuncia, sino elección. Es el arte de construir sobre la serenidad, de actuar desde la templanza y no desde la ira, de hablar con propósito y no con precipitación.
“La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da” (La Biblia De Nuestro Pueblo Biblia del Peregrino América Latina, 2006/2011, p. -2051 Juan 14:27). Cristo nos dejó una paz que trasciende lo material, que no se rinde ante la inmediatez ni se negocia con superficialidades. Una paz que implica reconciliación, no solo con los otros, sino con nosotros mismos. Porque quien lleva tormenta dentro, difícilmente sembrará calma fuera.
En la vida administrativa, en la toma de decisiones estratégicas, en la formación de jóvenes universitarios y en la conducción de empresas, la paz no es un adorno, sino un pilar. Quien lidera sin paz, gobierna con ansiedad. Quien educa sin paz, enseña con miedo. Quien trabaja sin paz, produce con agotamiento. Nos hemos acostumbrado a medir resultados en cifras, pero ¿medimos el bienestar de quienes las generan?
Si queremos empresas sólidas, universidades prósperas y sociedades justas, debemos empezar por ser promotores de paz en lo cotidiano. En la forma en que respondemos a un conflicto, en la paciencia con que atendemos una solicitud, en la manera en que gestionamos nuestros propios pensamientos. La paz no es un ideal inalcanzable, sino una semilla que se cultiva en las decisiones pequeñas. Hoy, más que nunca, la paz no es una opción: es una necesidad urgente que cada uno debe asumir como misión.
Y tú, ¿eres un portador de paz o un espectador de la discordia? La paz es un camino, no un destino. Es un trayecto que exige compromiso, disciplina y voluntad de transformación. Se cultiva en cada acto de compasión, en cada gesto de escucha, en cada intento de comprender antes de reaccionar. La paz no se decreta, se construye. Se entrelaza en la comunicación efectiva, en la empatía que cierra brechas, en la justicia que no busca venganza, sino equidad.
Las empresas, las universidades, los gobiernos, las comunidades: todos necesitan líderes que comprendan que la paz es rentable, que genera productividad, que fortalece relaciones humanas y propicia la innovación. Porque donde hay paz, hay espacio para la creatividad, para el desarrollo integral y para el crecimiento genuino. Hoy, más que nunca, se nos llama a ser agentes de paz, a transformar el entorno desde el ejemplo, a dejar de lado el conformismo y apostar por la armonía activa. La paz no es ausencia de problemas, sino la capacidad de enfrentarlos con sabiduría. La paz no es un sueño ingenuo, es la base de todo aquello que realmente prospera.
Y tú, ¿cómo decides sembrar la paz hoy en tu vida?
Este concepto invita a valorar la paz no solo como un objetivo, sino como un proceso que se cultiva en la vida diaria. Nos recuerda que el silencio no es ausencia, sino presencia plena, y que la verdadera paz no es pasiva, sino activa y transformadora.
Referencias: La Biblia De Nuestro Pueblo Biblia del Peregrino América Latina (15a ed.). (2011). Ediciones Mensajero, S.A.U. (Obra original publicada en 2006) Juan 14-27, Pág. 2051