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«Adaptarse o quedarse atrás: Mi transformación digital a los 30»

Denisse Adriana Hernández López  · Estudiante de la maestría en medios creativos digitales  

Crecí en una época en la que el internet daba sus primeros pasos. Al principio, al ser algo novedoso, despertaba en mí una gran curiosidad; entraba a mi PC simplemente para explorar, lo que me llevó a querer aprender más sobre su uso. Sin embargo, con el tiempo y al llegar a la edad adulta, la tecnología dejó de ser solo una fuente de conocimiento y comenzó a representar un desafío para mi productividad.

La velocidad con la que evolucionó me generaba ansiedad, sobre todo al ver cómo se integraba cada vez más en la vida cotidiana. Me enfrentaba a la decisión de adaptarme y comprenderla o quedarme en mi zona de confort, utilizando solo lo necesario sin hacer el esfuerzo de actualizarme.

Mis retos en la era digital

· Saturación de información: La sobrecarga de datos en redes sociales y la aparición constante de nuevas plataformas y herramientas que prometían facilitar nuestro trabajo me generaban ansiedad. Sentía que, en lugar de ayudarme, la avalancha de información me sobrepasaba, afectando mi enfoque tanto en el trabajo como en mi vida familiar.

· Uso del tiempo: Las redes sociales y las plataformas de streaming parecían consumir más tiempo del que me gustaría admitir. Las constantes notificaciones interrumpían mi productividad, y a menudo me resultaba difícil concentrarme en las diferentes áreas de mi vida personal.

· Seguridad: Tenía un fuerte recelo hacia las plataformas digitales y las compras en línea, temiendo que mi seguridad se viera comprometida y que cualquier persona pudiera acceder a mi información. Me costaba confiar plenamente en estos sistemas.

· Conexión interpersonal: Me preocupaba que la tecnología generara una desconexión dentro de mi familia, reemplazando el contacto humano por interacciones digitales.

· Expectativas irreales: Estando cerca del «cuarto piso», me inquietaba la forma en que las redes imponen estándares de vida y de imagen inalcanzables para muchos. Ver constantemente contenido que retrata una vida de lujo y perfección me hacía reflexionar sobre el impacto que tiene en nuestra percepción de la realidad.

· Comparación social y presión por pertenecer: Las redes pueden generar insatisfacción con la propia vida y aumentar la ansiedad y la depresión, pues nos bombardean con imágenes de lo que “deberíamos” ser o tener.

· Adaptación: Mi falta de conocimiento en herramientas digitales me provocaba frustración e impotencia. La desconexión con el mundo tecnológico me hacía sentir en desventaja frente a un entorno cada vez más digitalizado.

· Medios de información y desinformación: Hace años dejamos de contratar cable en casa, por lo que el consumo de contenido se trasladó al streaming y a las redes sociales. Para mí, esto fue confuso, ya que muchos medios manipulan la información y generan desinformación, lo que me hacía dudar de su confiabilidad.

· Impacto en el pensamiento crítico: Siento que la tecnología nos ha arrebatado el hábito de leer libros, de reflexionar por cuenta propia y de crear desde nuestra propia inteligencia. Me preocupa que, con el tiempo, esta dependencia de lo digital nos lleve a un tipo de analfabetismo intelectual del que quizás no podamos recuperarnos.

Cómo enfrenté mis miedos tecnológicos

· Gestión del tiempo en pantalla: Al convertirme en madre, aprendí a racionar mis tiempos frente a las pantallas para evitar el consumo excesivo. Implementé un esquema de horarios que dividía mi tiempo entre redes, correos, tareas y trabajo. Además, configuré mi teléfono para que, al exceder cierto límite, bajara el brillo y me notificara. Esta estrategia funcionó perfectamente tanto para mí como para mi hija.

· Educación digital: Decidí inscribirme en una Maestría en Medios Digitales, lo que me permitió comprender mejor la privacidad en línea, la seguridad digital y cómo aprovechar las plataformas tecnológicas sin sentir que estaba perdiendo mi identidad en el proceso.

· Conciencia sobre el contenido digital: Aprendí a diferenciar entre lo real y lo irreal dentro de las redes sociales. En lugar de enfocarme en la superficialidad, entendí que, usadas de manera adecuada, las redes pueden ser una herramienta poderosa para la educación y el conocimiento.

Al principio, temí que la tecnología reemplazara incluso el pensamiento libre. Me sentía obsoleta por no haberme tomado el tiempo de comprender su evolución. Sin embargo, al aprender más sobre el tema, descubrí que podía integrar lo digital en mi vida sin perder mi esencia.

Hoy en día, fomento el uso responsable de la tecnología dentro de mi familia. Sigo comprando libros, mantengo métodos tradicionales de aprendizaje y evito que las redes sociales dominen mi rutina. Aprendo y evoluciono con los tiempos, pero sin abandonar lo que me da estabilidad.

A futuro, espero seguir adquiriendo conocimientos sin temer que la tecnología me arrebate mi identidad. Paso a paso, continúo aprendiendo.

Comunicación Sistema UNIVA

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