
María Cristina Martínez Arrona · Directora General Académica del Sistema UNIVA
“Para hacerme poderosa solo necesito una cosa: educación”
(Malala Yousafzai)
En el marco del 8M, me solicitaron realizar un breve escrito con el tema La Mujer en la Educación1 en México, y conforme analizaba los datos y los desafíos que tiene la mujer en el tema educativo en el país no dejo de reconocer que a lo largo de los años se han logrado grandes avances, basta solo pensar en nuestras madres y/o abuelas lo que vivieron y lograron en el tema educativo, y por lo tanto, en el laboral, de ahí la importancia de valorar el viaje y el impacto que vamos dejando con nuestras acciones y con las decisiones que vamos haciendo en el camino. Se trata de dar pasos, dejar huella, plantar semillas, y generar belleza ahí donde antes no había nada.
Así que comienzo este escrito con un profundo agradecimiento a tantas personas que han trabajado, y trabajan, por fortalecer y desarrollar la dignidad humana, independientemente de su género, raza, geografía y/o cuestión social.
De acuerdo con la FIMPES (2023), la participación de la mujer, hablando de estudiantes en educación superior fue del 53 % y su eficiencia terminal del 56 %, datos que reflejan un avance significativo para las mujeres, por ejemplo, se ha cerrado la brecha en escolaridad entre hombres y mujeres con un promedio de 9 años, y se muestra un incremento del 2 % de mujeres en los diferentes niveles educativos. La presencia de las mujeres en educación superior, cada vez es mayor, en el ciclo escolar 2023-2024 fue el 53 %. Las mujeres se encuentran más en los campos del conocimiento de la educación, la salud, las ciencias sociales, las ciencias administrativas, el derecho, las artes y las humanidades. En cambio, la presencia de los hombres predomina en las ciencias naturales, ciencias exactas, computación, agronomía, veterinaria, en las ingenierías, la manufactura y en la construcción.
Y, en la Universidad del Valle de Atemajac [UNIVA], institución en la que trabajo, ¿se da este mismo comportamiento? En ese mismo año, en el Sistema UNIVA el porcentaje de estudiantes mujeres fue del 58 %, y si nos vamos por regiones, los campus del Bajío tienen la participación del 61 %, junto con los campus de La Piedad y Lagos de Moreno, y el campus de Colima contó con el 70 % de estudiantes mujeres. Estos números reflejan su interés en el desarrollo de su formación profesional, y con ello, cualificar su persona, su trabajo, su familia y sociedad.
A nivel docente, fue mayor la participación de los hombres en todos los campus del Sistema UNIVA con un 57 %, a excepción del campus Online, que contó con el 52.43 % de profesoras mujeres. El campus con menos participación de mujeres en la docencia fue el de Zamora con un 36 % y Lagos de Moreno con el 35 %, paradójicamente estos campus cuentan con un alto porcentaje de estudiantes mujeres, el 55 % y el 61 % respectivamente. Podemos observar que en el Sistema UNIVA el comportamiento es semejante a la media nacional, pero si nos detenemos por regiones, su porcentaje es diferenciado.
También ha incrementado la participación de la mujer en la fuerza laboral, en el 2023, según el INEGI, fue del 43.5 %. En cambio, en el Sistema UNIVA, fue del 57 %, esto es, 13.5 % mayor, los campus con mayor presencia de mujeres en su equipo de colaboradores fueron Colima, Zamora, La Piedad, León y Querétaro, con el 60 % o más.
En México los ingresos de las mujeres en comparación de la de los hombres llegan a ser hasta el 13 % menor, incluso algunos puestos se siguen considerados un espacio solo para los hombres. Esto no se ve en la universidad, las convocatorias y selección del talento se hace de manera general y quien cumple con los requisitos para el puesto, sea hombre o mujer, se le contrata con el salario acorde al puesto, este no cambia según el género.
Aún queda mucho por reflexionar y, sobre todo, por hacer. No hay duda que se han logrado avances significativos, pero aún tenemos grandes desafíos como país en el tema educativo-profesional-laboral, el poder contar con puestos laborales más cualificados, mejor pagados y en igualdad de derechos independientemente de la región sigue siendo una meta por alcanzar. Como institución debemos hacer lo propio.
Estoy convencida de que la educación cualifica a la persona, y con ella su trabajo, sus ingresos y, por lo tanto, el bienestar de su familia y su acción en la sociedad. Es una herramienta que impulsa el cambio, reduce las desigualdades y abre camino hacia un futuro más justo e inclusivo. Como bien lo expresa Malala Yousafzai: “para hacerme poderosa solo necesito una cosa: educación”.
Además de un derecho, la educación es una forma creativa de amar, y el amor es el motor que mueve a las personas; es la razón y sentido de nuestra existencia, uno de los componentes más efectivos para humanizar y construir historia. En otras palabras, la educación fortalece el Ser y Hacer de la persona, su “Saber más, para ser más”.