
Lucia Almaraz Cazares · Docente
La iconoclasia feminista busca desmantelar representaciones opresivas y crear nuevas narrativas visuales que reflejen la diversidad y la igualdad de género, en un esfuerzo por transformar la cultura visual y desafiar las estructuras de poder dominantes. Señala que la idea principal es que los movimientos feministas, a pesar de enfrentar diversos desafíos como el hostigamiento virtual, la ineficacia de las soluciones y la exclusión políticas, mantienen un vínculo directo entre la protesta y el cambio social.
Iconoclasia y el feminismo están intrínsecamente vinculados a través de la ruptura con las normas y símbolos tradicionales, por lo que su accionar retroalimentado no es nuevo, sino que deviene de una amplia tradición. Comparten su misión de desafiar las estructuras de poder establecidas, ya sea a través de la deconstrucción de imágenes patriarcales o la subversión de roles de género predefinidos.
En México, las protestas feministas se han incrementado en los últimos años debido a la violencia e impunidad que enfrentamos las mujeres. Esta alarmante situación evidencia la necesidad de cambios en las políticas hacia la población femenina. Las manifestaciones feministas han ganado un impulso a nivel mundial, especialmente en América Latina, donde las mujeres hemos salido a las calles para denunciar la violencia sistemática y estructural que sufrimos, frente a una sociedad y un estado indolente e indiferente.
En la iconoclasia moderna, la intervención o destrucción de elementos del patrimonio cultural, como estatuas o monumentos, tiene significados históricos, políticos, religiosos o culturales. Las marchas feministas utilizan esta forma de iconoclasia para cuestionar y resignificar espacios, impulsando un cambio cultural hacia la igualdad de género.
La iconoclasia se entrelaza con los feminismos al desafiar representaciones opresivas y crear nuevas narrativas visuales que reflejen la diversidad y la igualdad de género. Sin embargo, la lucha social enfrenta obstáculos que van desde la represión hasta la estigmatización y la criminalización, perpetuados por la compleja interacción entre el poder político y económico. Estos desafíos dejan a las manifestantes en una situación vulnerable, pero también impulsan la urgente necesidad de transformación y resistencia.
Muchas personas preocupadas por los monumentos y muros, pero pocas preocupadas por los feminicidios y mujeres desaparecidas, en un país inmerso en la inseguridad y la injusticia.