
Dr. Fabián Acosta Rico · Docente Investigador, UNIVA Guadalajara
No hace mucho, los cibernautas se toparon con la novedad de que podían chatear con una inteligencia artificial que, gracias a estar alimentada con información bíblica, puede, desde su algoritmo, simular ser el propio Jesús de Nazaret. La aplicación correspondiente, Text with Jesus, ofrece un nutrido menú de personajes bíblicos, incluido el propio ángel caído: Lucifer. La tecnología todo lo puede. Sólo hay que darle tiempo.
El avatar digital de Jesús está presente en el mundo de las nuevas tecnologías. Si alguien lo duda, basta recordar I Am Jesus, el videojuego en primera persona que permite al usuario recrear los momentos evangélicos más memorables del Mesías cristiano.
Pues si la consigna es modernizarse, las Iglesias cristianas lo están haciendo bien con estos ejemplos. También la Iglesia católica ha decidido seguir esa ruta con su Luce, la mascota tipo anime del Jubileo del 2025. Lo kawaii o adorable al servicio de la evangelización con Luce.
Tres encomiendas tiene la Iglesia que son su razón de ser: evangelizar, la acción social y, quizás la más trascendente de todas, dispensar los sacramentos. Como dice el dicho: “Sin sacerdotes no hay eucaristía”, y podemos añadir: “Sin Iglesia no hay sacerdotes”. Transigir en la labor evangelizadora o en la caridad cristiana como concesión a la modernidad quizás no tenga nada de malo. Ahí tenemos a Luce sirviendo también como embajadora de la fe católica en Japón. Donde el asunto se torna polémico es con los sacramentos.
Los sacramentos son básicamente rituales consustanciales al dogma de la religión católica. Los príncipes de la Iglesia y el Papa no están en la labor de reinventarlos solo por ser indulgentes con la modernidad y las nuevas mentalidades de las sociedades líquida.
Pero no faltan los audaces dentro de todas las religiones, dispuestos a probar ideas e iniciativas nuevas, por controversiales que puedan resultar. Así ocurrió en la iglesia más antigua de Lucerna, Suiza, cuyos feligreses se toparon con la novedad de que un holograma operado por inteligencia artificial estaba confesando, mostrando la apariencia y las pautas algorítmicas de nada menos que del propio Jesucristo.
No es una noticia falsa ni un meme de internet, sino una instalación artística y experimental montada por iniciativa de los titulares de la Capilla de San Pedro de Lucerna, contando con el respaldo tecnológico del Laboratorio de Investigación de Realidades Inmersivas de la Universidad HSLU de esa ciudad. La intención fue sondear los riesgos y oportunidades que conlleva el uso de la inteligencia artificial en la atención pastoral.
Este holograma de Jesús recibía a sus usuarios con un “La paz sea contigo, hermano”. En su papel de asesor espiritual y religioso, los incitaba a abrir sus corazones. Esta calidez sorprendía, sabiendo que se trataba de un holograma.
Tecnología y teología se dan la mano. La instalación fue desarrollada por Philipp Haslbauer y Aljosa Smolic, del Centro de Realidades Inmersivas de la Hochschule Luzern. En el aspecto doctrinal, para evitar una IA hereje, coadyuvó el teólogo de la parroquia, Marco Schmid.
La idea de montar la instalación en un confesionario obedeció a la intención de generar momentos de intimidad con la IA en el propio idioma del usuario, ya que puede comunicarse en 100 lenguas diferentes. Y para quien tuviera dudas: obvio que las conversaciones con esta emulación digital de Jesús no eran una penitencia y menos tenían un valor sacramental.
¿Renuencia a las audacias o innovaciones? Para nada. Es Europa, Suiza para ser más preciso. En estas sociedades occidentales la laxitud religiosa la tienen más que probada. Mil personas participaron en el experimento, incluidos turistas de países tan distantes como Vietnam y China. De ellas, 230 completaron una encuesta, y el 66 % afirmó que la experiencia les resultó profundamente espiritual. Es decir, no prevaleció el escrúpulo ni el celo religioso al estar frente a una simulación tecnológica del Maestro, de Jesús, el Redentor.
No todos dieron su aprobación. Algunos opinaron que el holograma de Jesús resultó demasiado básico, por no decir banal y general en sus respuestas. Otros, de plano, señalaron que no pudieron conectar espiritualmente con la instalación. Entre la comunidad eclesiástica, las opiniones estuvieron divididas. Como era de esperarse, no faltaron católicos que consideraron casi sacrílego que se usara un confesionario para un experimento de esta índole. Sectores más críticos descalificaron totalmente la representación de Jesús.
Igual que con los autos autónomos y las responsabilidades legales que estos conllevan en caso de accidente, con esta IA que simula a Jesús existe el riesgo latente de que pueda realizar comentarios inconvenientes o fuera de los lineamientos doctrinales marcados por la Iglesia, precisó Schmid. Por eso, su uso fue estrictamente temporal, para evitar cargar todo el tiempo con esa responsabilidad.
En estos tiempos de modernidad líquida, en los que los individuos buscan un acercamiento más personal con lo sagrado, el holograma de Jesús podría ser tomado como una opción tecnológica muy acorde con la época. Así lo conciben sus desarrolladores. Schmid, sorteando las críticas, lo ve como una buena opción a futuro. Defendiendo su potencial, lo visualiza como un guía espiritual muy consonante con el imaginario religioso de las nuevas generaciones.