
Lic. Citlally Vergara Olguín · Encargada de Alumni, Bolsa de Trabajo y Educación Continua, UNIVA Colima
Ya se cumplen tres años desde que deje las filas del periodismo y no me sentía merecedora o digna de escribir de nuevo. Pero, ¿escribir?, si escribo notas, recados, la lista del súper, ideas, pendientes y demás trivialidades. Entonces, ¿dejé o no de hacerlo?
En realidad, creo que responde más a un asunto personal, a no sentirme “periodista” y, por lo tanto, haber perdido el derecho a escribir mis reflexiones y, además, tener el descaro de publicarlas. Porque, en el fondo, lo que ocurre es que hace tres años que tengo una crisis de identidad.
Sí, identidad. Con mis aochodíasdelos treintaicinco. Estudié periodismo, sí, pero nunca me sentí periodista. Me desempeño como actriz, pero no tengo un título, así que me cuesta concebirme como tal. ¿Escritora? Ya mejor ni entro en detalles. Lo que sí me es propio es la maternidad, porque pa’ esa no necesitas título y es tan gigante que permea todos los otros aspectos de la realidad.
De fondo, no me he sentido “yo” estos tres años. Y es que ese “yo” pre-renuncia, pre-caos, pre-hija, ya no existe. Y si no existe, ¿quién soy?, ¿qué soy? Soy una mamá, sí, pero soy más allá de eso. ¿Soy periodista si no ejerzo?, ¿soy escritora si no escribo más que columnas desahogantes?, ¿soy actriz aunque dé 5 funciones al año?
Entonces, usaré las herramientas que sé que tengo: un montón de ideas, una computadora y tiempo brindado por mi nuevo jefecito (porque su instinto le dice que tengo algo que decir).
¿De qué escribir cuando se tienen tantas ideas abarrotadas en la cabeza haciéndose bolas unas con otras?
Se puede comenzar, por ejemplo, por decir que extrañaba hacerlo, que escribir me da una especie de liberación de presión, aunque suene a rima. Que se siente bien, rico, que descarga mi mente y de paso se me desentumen los dedos en el teclado. Que de fondo me siento como Carrie Bradshaw mirando a la pantalla y después al mundo a través de la ventana.
Puedo continuar diciendo que pensar hacia adentro es algo que me ha costado en estos últimos días. Porque la vida se divide así, en una especie de secuencias cinematográficas, unas después de otras. La de los días recientes es pensar hacia adentro, explorar la mente, buscar qué es lo que se tiene dentro, entender cómo funciona, saber qué pienso y cómo lo pienso, para después llevarlo hacia afuera desde la paz y la tranquilidad, con palabras amables y con responsabilidad afectiva.
Podría avanzar autosabotéandome, preguntándome a quién podría interesarle una columna así, toda para todos lados, sin pies, ni cabeza, estructura o fluidez. Que me la van a regresar, que no tiene un tema de interés. Pero la mente es así, la mía al menos lo es: juzgona, miedosa, ansiosa, sobrepensante. Y creo que la gente lo nota, porque mi jefe ya me dijo que me vaya a checar (juar juar).
Vuelvo al teclado, diciéndome que eso quedará como paréntesis, como la muestra de que la mente es compleja y existimos quienes saltamos de una idea a otra hasta encontrar las palabras adecuadas y, de paso, nos autocriticamos duramente (como si el mundo afuera no fuese lo suficientemente duro).
Continúo pensando que he pasado meses pensando qué/quien/cómo soy. Intentando definir en concreto una cosa, una palabra, un algo que contenga mi esencia, mi ser. ¿El ser se puede contener?, ¿es algo permanente, tangible, definible, limitado?
Y no me refiero al rollo Shakesperiano del ser o no ser, porque claro está que se es, pero cómo lo definimos. Qué, quien, cuándo, dónde, cómo y por qué.
Cuándo, ese es el punto: cuándo. Porque en términos temporales no somos los mismos, que fuimos, aunque sigamos siendo nosotros. Es decir que partes de nosotros cambian con el tiempo, el contexto, las experiencias. El mundo exterior y la vida misma modifica nuestro ser conforme avanza el tiempo. Eso varía el cómo y el porqué.
De niña me clavé con la idea de que uno es lo que hace y si estudié periodismo entonces soy periodista y me limito a ejecutar esas labores, aunque algunas, como reportear, me choquen. Pero no quiero eso, no soy eso. Soy escritora (con todo y mi síndrome de impostora), con habilidades de comunicación y herramientas periodísticas.
Soy una mujer con crisis de identidad, a sus yameroesmicumpleañostreintaycinco, que busca todos los días su mejor versión, porque, además, es mamá de una niña de 6 años a quien tiene que guiar por el camino de la vida, y es pajera de un hombre filósofo a quien acompaña en su proceso hacia afuera (porque el camino de la razón y hacia dentro ya se lo tiene bien conocido); que también es actriz de una agrupación universitaria y ejerce como encargada de vinculación en otra.
¿Qué si tengo una conclusión? No, claro que no. En realidad, creo que ahora tengo más dudas, existencialismos y confusiones.
Pero si tuviera que concluir algo diría que puedo notar que uno ES. Se es lo que ES, porque ES y como lo ES. Es decir, que soy muchas cosas, todas partes de una misma. Un ente que respira, camina y es, pero también está. Y ello no es definido, únicamente, por lo que se hace o lo que se ejerce, sino por algo más allá, algo que late dentro. Algo más parecido a la voluntad o la esperanza. Algo que no se toca, pero se ve.
Y de aquí a que me llegue la conclusión, que suele tardar de 3 a 5 días hábiles, me presento: soy Citlally Vergara Olguín. Tengo 34 años al momento de redactar esta entrada, (porque en unos días es mi cumpleaños). Soy mujer, mexicana, madre autónoma de una infancia de 6, pareja de un hombre de 34, hija, hermana, amiga, confidente, feminista, activista, lactivista, bromista, y demás istas, platicadora, estresada, controladora, empática, mediadora. Actriz de teatro desde los quince y encargada de Vinculación, Alumni y Bolsa de Trabajo del campus UNIVA Colima.
Y me gustaría que se quedaran conmigo en las siguientes entradas. Podríamos ahondar juntos temas como este o contarles un buen chismesito de vez en cuando, porque si algo me dejó el periodismo es el gusto por la información de todo tipo.